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La última generación

VÍCTOR OMAR ELIZALDE GONZÁLEZ

Abrir la puerta del fraccionamiento desde el celular, hacer compras con la comodidad de que lleguen a casa, enlazar una videollamada con un amigo o familiar lejano, fotografiarlo todo: la comida, los paisajes, los autorretratos. Descargar una película desde un catálogo virtual, escuchar prácticamente cualquier canción de cualquier artista. Ver el nacimiento de los coches autónomos. Pedirle a la inteligencia artificial que redacte, diseñe, edite, consulte y desarrolle cualquier tipo de tarea se está convirtiendo en algo cotidiano y, por lo tanto, en algo ordinario.

Somos la generación X, a la que ni siquiera hubo un adjetivo para nombrarla. Somos la última generación que conoció el mundo antes de internet, mucho antes de la inteligencia artificial y los robots. Somos la generación que vivió la transición de un mundo analógico a un mundo digital. Somos la generación a la que le bastaban un par de piedras y una lata para jugar fútbol en la calle. Somos la generación que tomaba agua de la llave sin pensar en las consecuencias.

Somos la generación que realizaba expediciones a terrenos abandonados, convirtiendo cada salida en una aventura donde solo confiábamos en defendernos con una rama seca, un perro callejero como guardián y un grupo de amigos incondicionales, dispuestos a enfrentar monstruos y enemigos imaginarios en cada viaje. Somos la generación que trepaba por los árboles, convirtiéndolos en una base secreta, una nave espacial o un refugio para escapar de un apocalipsis zombi. Brincábamos por las azoteas sin tener ni idea de lo que era el parkour.

Ahí vamos, en este último vagón del tren al que llamamos vida. Colgados de la nostalgia, con la dulce sensación de que los días eran más largos, las vacaciones infinitas y el mundo más sencillo. Contemplamos este viaje mirando por la ventana, recordando la primera vez que conocimos el microondas, los discos compactos, los juguetes antes de los videojuegos y las ganas de jugar con el balón dentro de la casa, sabiendo que, de romper algo, detrás vendría un castigo que podía ir desde un par de nalgadas hasta una tarde “encarcelados” en la sala, viendo a los amigos jugar a través de la ventana.

Somos la última generación que todavía guarda un poco de asombro cada día, ya sea por un atardecer, una noche estrellada o una cálida conversación. Somos la generación que todavía guarda los recuerdos en la memoria, no en el celular. Somos la generación que se maravilla con cada nuevo descubrimiento tecnológico, pero que en el fondo sigue creyendo que en un mundo analógico, sin duda, éramos más felices. [email protected]

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