FOTO: Saúl Rodríguez
José Eugenio Sánchez (Guadalajara, 1965) carga una sonrisa compuesta en verso, también un sombrero, unas gafas de sol y un ejemplar de Un incesante caer de estrellas en la nada (Vaso Roto, 2024), su más reciente poemario. En el ámbito de la poesía es un residente subversivo, quizá también un rebelde desbordado en formatos como el performance o el spokenword a través de la música rock. Compadre de la pluma y del escenario, es capaz de encontrar la raíz poética hasta cuando esta se le extravía.
En algún momento de su vida vivió sobre la calle Felipe Ángeles, en el centro de Gómez Palacio. Recuerda los viejos camiones y sus destartalados cuerpos metálicos en los que se trasladaba a Torreón, así como la negación de algunos taxistas a cruzar el río Nazas a determinadas horas. Esas anécdotas lo hacen reír, es el preámbulo para hablar de su obra.
“Un incesante caer de estrellas en la nada es un proyecto amplio, porque me llevó bastante tiempo hacerlo por muchos accidentes; perdí mi disco duro, (los poemas) los fui recuperando. De ahí surge el título. Yo estudié ingeniería, entonces voy con un amigo que es ingeniero y le digo: ‘Oye, perdí mi disco duro con las últimas versiones de mis textos’. Y cuando me dijo: ‘Hay malas noticias’. Le respondo: ‘¿Qué onda? ¿No tiene nada?’. Y luego me dice: ‘¡Ah, no! Son buenas noticias. Iba a decir que no está vacío’. En los términos de la ciencia, el vacío y la nada tienen diferencias, porque el vacío nunca se llena y la nada, aunque no tiene nada, es parte del todo”.
Su amigo ingeniero le prometió crear una aplicación para rescatar los restos de los documentos que aún habitaban el disco duro. Le dijo que se verían como esas estrellas muertas que aún brillan. Eso le dio la idea del título al poeta, quien dividió la obra en cinco apartados. Sus versos son directos, cargados de humor, ironía, sarcasmo y filosofía. Dice ser ajeno a las modas, a la grandilocuencia en las palabras. Apuesta por un lenguaje abierto, irreverente, pero más democrático.
Un verso de José Eugenio Sánchez indica que las formas de las nubes son impredecibles. La poesía también es impredecible para el poeta, todo lo es. Pone de ejemplo a la Guerra de Ucrania, se sabe que su final será fatal, pero se desconoce la manera. Lo mismo pasa cuando escribe; al momento de colocar el primer verso ignora qué logrará con él. El mundo, a final de cuentas, es impredecible y esa es la sorpresa que debe cargar el mismo Atlas.
La música es otro de los elementos presentes: “… pero Nietzsche fue más afortunado / vio a Dios muerto / y tampoco escuchó ska”. El arte de la musa Euterpe es parte del poeta, pero también algo que está por encima de todos; en ocasiones ni siquiera se le elige ni se le escucha, significa nada, en otras significa todo.
“La música es como irreverente. Ahora, estamos condicionados por un ritmo en la cuestión del poema, que también es otra de las partes, no sólo la palabra. A mí me interesan varias cosas en el poema. Primero, que tenga un lenguaje directo, que cualquier persona reconozca las palabras, que cualquier niño, un adulto, un doctor, entienda las palabras, que no tenga que ir al diccionario para saber qué dice. La abstracción y esas rimbombancias, esa grandilocuencia, es súper fácil de hacer, no necesitas decir nada. La cosa es decir algo, y ahí es lo complicado”.
El poeta apuesta por el ritmo y tránsito de las palabras, se rehúsa a que la página se quede como una hoja en blanco, que el poema también se convierta en una canción o en una coreografía. Y, en última instancia, aborda temas sensibles, pero desde el ángulo de humor.
“El humor es algo que no existe en la literatura mexicana o en la vida del mexicano. Desde niño imaginaba todo lo contrario, imaginaba que el poeta era alguien subversivo y poco apreciado, porque cuando era muy niño les dije a mis papás que quería ser porta y me dijeron que me iba a morir de hambre. Mi siguiente lógica es que nadie consumía lo que hacían los poetas y nos odiaban. Ya después, cuando empecé a leer poesía, me di cuenta por qué nos odian (risas), porque somos incomprensibles”.
El poeta escribe de historia y, a diferencia de otro género literario, la poesía no tiene precio. “Entonces, el poeta es más libre de lo que cualquiera se pudiera imaginar… digo, si el poeta se da cuenta de eso”.
Su afición al arte y a la literatura rusa, así como su relación con México, es otro de los elementos presentes. Coloca estas ideas en el contexto de la actual invasión rusa en Ucrania, situación que ha desencadenado una guerra que cumplirá dos años el próximo 24 de febrero. Los versos de esta sección los escribió a partir de que las universidades italianas anunciaron que dejarían de leer a Dostoyevski y a otros autores rusos fundamentales para la literatura universal, debido al citado conflicto bélico.
En el último apartado del poemario, titulado ‘las más bellas masacres de la mesa de novedades’, el poeta aborda la normalización de la violencia, desde la agudeza de su ironía.
“Tenemos una semiótica y retórica del lenguaje de la violencia que nos ha permeado de una bondad sobre eso. Decimos un montón de palabras y cosas como ‘daños colaterales’, ‘ataque armado’, ‘célula delictiva’, que no dicen absolutamente nada. Y todas esas palabras ha ayudado a la sociedad a ver la violencia como algo normal”.