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No hagas cosas buenas...

La bendición de las lluvias

ENRIQUE IRAZOQUI MORALES

Estas atípicas lluvias en la Comarca Lagunera no hacen sino ratificar una vez que el cambio climático del cual ya se hablaba hace al menos 20 años es una realidad, y que las estaciones del año, así como sus temporadas secas y de lluvias no existen tal y como las conocemos.

Apenas el mes de abril, mayo, y parte de junio, el hemisferio norte por lo menos del continente americano, sufrió una ola de calor de las que poco se tienen registro. Para precisar, en La Laguna por más de 20 días se rebasó la temperatura de 40 grados a la sombra, situación inusitada según registros en tanto la subida del termómetro a esos niveles se presentasen en tantas ocasiones de manera consecutiva.

Además de la inclemente ola de calor que abatió prácticamente a todo México, desde hace un par de años, eran notorias las bajas precipitaciones pluviales que presentaron en este tiempo, provocando una caída en los aforos de las presas en el país y en general en cualquier bordo, lago o sitio donde se almacenara el vital líquido.

Con la sequía tan aguda, los campos no florecieron ni permitieron que las hierbas y pastos crecieran como de costumbre, provocando una caída en la producción de cárnicos que suelen criarse en las llanuras mexicanas, principalmente en el norte, como es el caso de La Laguna.

Había sido una constante ver en noticieros de todas las plataformas los videos de reportes de las presas vacías que al bajar de tal manera sus aforos, descubrían pueblos, construcciones y hasta cementerios que habían quedado ocultos por el agua, pero que con niveles tan bajos, nuevamente podían ser observados.

Ahora parece que la situación ha cambiado y en parte sí. La tormenta tropical Alberto que llegó muy temprano en la temporada de huracanes del Golfo de México amén del dichoso Cambio Climático que trajo consigo copiosas lluvias que dieron un alivio a parte del territorio mexicano asolado por la inclemente sequía. Particularmente el estado de Nuevo León recibió torrenciales aguaceros que le han permitido reabastecer sus presas, con las cuales se surte de agua la población del área metropolitana de Monterrey. La presa de la Boca (chica en comparación con las nuestras como la Francisco Zarco y El Palmito) rápidamente de 2% pasó a estar totalmente; igualmente la presa El Cuchillo y Cerro Prieto recibieron caudales suficientes para que desvanecer por el momento la emergencia que dejar sin agua a la población urbana del propio Estado.

La parte este y centro del Coahuila también recibió algunos beneficios por el paso de "Alberto" y aunque lejos de reportar afluentes en la presas Venustiano Carranza -conocida como Don Martín- en el centro-este del territorio coahuilense, y mucho menos aportar un volumen importante a la monumental presa de La Amistad en ciudad Acuña, al menos hoy los campos coahuilenses están reverdecidos y el ganado y fauna por lo pronto, tendrán qué comer. Además de la belleza que la naturaleza ofrece bajo estas condiciones.

Sin embargo, para La Laguna el problema persiste. Aunque hay reportes de que la Sierra Madre Occidental ha recibido también lluvias, éstas apenas están rehumedeciendo el campo tan estrado por la prolongada sequía y todavía no se reportar abundantes caudales que la sierra provee a nuestras presas y también las del muy productivo, agropecuariamente hablando, estado de Sinaloa, que tienen sus embalses apenas rebasando el 15%.

La presa Lázaro Cárdenas -El Palmito- al abastecerse de la propia Sierra, no ha tenido todavía captaciones importantes, y el agua contenida tras su cortina ronda los 700 millones de metros cúbicos y bajando porque siguen abiertas sus compuertas.

Qué bueno de las lluvias atípicas de julio, espantan los calores insoportables de 40 grados y lavan y permiten a la naturaleza que crezca su flora; pero lejos estamos de que el fantasma de la sequía se aleje. Sólo una generosa temporada de lluvias en el noroeste de México podrá evitar una crisis por falta de agua en el campo el próximo año. En un desierto como La Laguna, siempre hay que ver a las lluvias como una bendición.

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