Alo largo de la historia, una de las premisas de la Izquierda como superchería política y dogmatismo criminal es la negación de la verdad a través de la censura o la manipulación.
Esta compulsión característica la patentaron como parte de su ideología a lo largo del siglo XX cuando alcanzaron el poder; igual en la Alemania Nacional-Socialista que en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en Rusia, donde uno de sus primeros blancos fue la Ciencia.
La Ciencia es un camino hacia la verdad y el conocimiento basado en la observación, la experimentación y el razonamiento lógico para explicar la realidad tanto como el devenir. Su campo de acción abarca desde el entorno y el comportamiento humano hasta los fenómenos naturales.
Dado que el Socialismo tiene problemas con la realidad es que este ha tratado de anular o desvirtuar la Ciencia y el conocimiento a través de sus regímenes totalitarios.
En la Alemania nazi se impulsó la ideología de la "ciencia aria" a través de la SS (Schutzstaffel) para nulificar la Física como la conocemos, tipificándola como "ciencia judía", por lo que Heinrich Himmler recurre a dos científicos alemanes de manicomio como Philipp Lenard y Johannes Stark que consideran que las leyes que rigen el Universo son: "Esencialmente judías y en consecuencia deben ser derogadas y reemplazadas por leyes arias basadas en el concepto de autoridad". Las Matemáticas eran también una "aberración judía", sobre todo las tablas de multiplicar para Lenard, mientras Stark estaba convencido de que un Universo sin tanta materia sería más cómodo pero también más caro.
En la URSSS, el agrónomo Trofim Denissovich Lysenko se convirtió en el hombre que ayudó a Stalin a destruir la Biociencia y la Genética, contribuyendo al atraso agrícola del país. No sólo la genética, sino todas las ciencias vinculadas a la agricultura fueron tiranizadas 35 años por técnicos promovidos a teóricos políticos convencidos que el Partido y el "líder supremo" lo saben todo: el "Partido del Pueblo" posee la verdad, en la lógica de los aparatos institucionales-desde el oportunismo más autodenigrante-al que contrapondrían la idea de "ciencia proletaria" contra la "ciencia burguesa" como discurso autojustificatorio.
Es en este contexto nos encontramos también a la titular de CONACHYT, bióloga y tristemente célebre no solo por su desempeño desde la institución-que prometía una caza de brujas contra los "malversadores" en la misma-sino por tipificar como "ciencia neoliberal" avances como la tecnología agrícola, la exploración del Espacio y la llegada del hombre a la Luna.
No sorprendió por lo tanto la renuncia de Álvarez-Buylla a la Academia Mexicana de Ciencias, a la que acusó de "adversa" del mismo modo que un nazi podía acusarla de "judía" o un comunista como "proletaria". Lo que sí sorprendió en cambio es que no rechazara en su momento ni renunciara ayer al Premio Nacional de Ciencias que le dio Enrique Peña Nieto el sexenio anterior.
Peor aún, su autoexclusión obedece a 6 propuestas de la Academia sobre el futuro de la ciencia, la innovación y la tecnología: Reformar el sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación (CTI) para garantizar la libertad académica, la participación democrática y la autonomía; asignar un financiamiento suficiente, sostenido y progresivo para las actividades de CTI; expandir y fortalecer las comunidades científicas y tecnológicas; fomentar la innovación que contribuya al bienestar social y el desarrollo sustentable; promover la comunicación pública de las ciencias y fortalecer la colaboración internacional en materia de CTI.
La renuncia revela intolerancia grave a lo que ella considera estudios críticos al Gobierno al que sirve y en cuya misma sintonía no ve el rezago educativo al mismo nivel que hace 24 años, más de 200 mil muertos, 120 mil desaparecidos, 55% de pérdida de poder adquisitivo, la peor inflación en 22 años, 4 millones de nuevos pobres y al crimen organizado dueño del 40% del país.
