Hasta hace pocos años las concertaciones entre países eran la fórmula más adecuada y recomendada para apoyar el desarrollo económico y social e impulsar la paz regional. Las imitaciones menudearon y las alianzas entre países como la Unión Europea ejemplifican la suma de fuerzas con la que los países han podido adaptarse a los cambios globales, defender una soberanía integral, avanzar en las metas fijadas y planear estrategias comunes. Las ventajas eran obvias. La suma de fuerzas aseguraba el propósito, cualquiera que fuera: sea económico, político o social.
Actualmente los países aliados han visto con decepción que el método de asociarse para fines superiores no les ha surtido efecto. Por el contrario, las violencias locales han superado la tendencia centrípeta expresada en las alianzas. Las olas de violencia regional han sido cada vez más intensas y exponencialmente superiores en fuerza a las alianzas pactadas. Las pérdidas humanas rebasan cada día los índices registrados.
Las uniones entre países han sido incapaces de controlar la guerra entre Hamas e Israel. La sed de exterminio por parte de Israel ha desatado una feroz violencia ya que los intereses locales y regionales superan hasta este momento todos los esfuerzos de paz internacionales como los de Naciones Unidas, la mediación del Vaticano y las cientos de organizaciones civiles pro paz que existen en todo el mundo, todo lo cual han sido notoriamente insuficientes en su capacidad de mediación dada la cerrazón de ambas partes
Las poblaciones civiles son las que sufren los estragos de estas confrontaciones. Sin embargo, a juicio de muchos observadores están las organizaciones de la sociedad civil y la mediación internacional, las cuales son las únicas que tienen una real capacidad para proponer la paz.
El asunto entre Hamas e Israel es sólo uno de muchos ejemplos en que ha fracasado la estrategia de alianzas. El momento es crucial para todo el mundo ya que la democracia como sistema de gobierno se encuentra en crisis por el empuje que están teniendo los partidos de extrema derecha que aprovechan la tragedia para argüir que ésta no tiene fin, ya que se trata de dos posturas polarizadas. El drama de Medio Oriente, señalan, es incorregible ni utilizando todo los medios diplomáticos y militares afines al autoritarismo.
Se verá que la lucha se ha extrapolado a aspectos ideológicos que cuestionan el método mismo de resolver las violencias regionales y sus derivaciones como migración, atención a las infancias, salud y derechos humanos, entre otros.
En el fondo de toda la situación se encuentran las aspiraciones territoriales de ambas partes que llevan décadas enteras pendientes de solución.
La interferencia de los poderes principales de las grandes potencias particularmente EUA y Rusia no hace sino agudizar el espíritu nacionalista local que vibra desde hace más de dos mil años. En esta virtud se comprenderá que invocar y mover valores históricos resulta una inútil ironía que hasta imposibilita avanzar en cualquiera negociación. Se han creado situaciones que impiden todo acuerdo. Dando pie a que los argumentos que se sustentan en principios que son inapropiados, dando pie a repetidas negociaciones frustradas.
La crisis para los que creemos en la democracia como método de acuerdo señala que, como resulta ser en otros ámbitos de la política, afecta la credibilidad de este sistema. Sin tomar en cuenta que debilitarlo significa privar a la cultura occidental de su más poderoso componente. Esto, a su vez, fortalece la posición de individuos y fuerzas políticas autoritarias que están en contra de toda posibilidad de concertación.