La diosa fortuna, entre los romanos, era una señora muy caprichosa, a veces tenía a los ciudadanos en una situación política muy elevada, pero de la noche a la mañana podían verse abajo. Lo mismo sucedía en cuestiones de dinero, pues era posible que alguien fuera muy rico en algún tiempo determinado, pero luego de un abrir y cerrar de ojos, ya no tenía ni en qué caerse muerto.
Por otro lado, la palabra cuesta procede del sustantivo latino Costa, que tiene el significado de lado u orilla, por eso llamamos costillas a los huesos que tenemos a los lados de nuestro cuerpo.
Por consiguiente, una cuesta es el lado de una colina o una montaña, a veces muy empinado, y con más exactitud es una forma de relieve terrestre producido por erosión que lo hace ligera o pronunciadamente inclinado.
En La Laguna conocimos un tramo de carretera muy tortuoso y empinado, tal vez era el de mayor sinuosidad en la comarca, y quienes le pusieron nombre compararon esta carretera con la vida, la cual nos pone adelante un incierto sino.
Pocos nombres en esta región son tan poéticos como el de esta vía, pues los laguneros estamos acostumbrados a títulos más bien ordinarios, como la antigua tienda Chácharas y Juguetes -ya inexistente- u otro tramo de carretera al que se conocía como Las curvas de María Victoria. Es por eso que nos admiran los nombres que respiran sublimidad, como La Paloma Azul o el aquí mencionado Cuesta de la Fortuna.
Hermosa denominación para una carretera cuyos primeros usuarios veían como peligrosa, y como algo que escondía avatares de la suerte por su inclinación y elevado número de serpenteos, tal vez pensaban que, cuando circulaban por ella, la fortuna podría depararles múltiples peligros, como un fatal accidente, o experiencias felices, como la visión de un bello paisaje luego de salir de una curva muy pronunciada.
Si viajamos a otros lugares del país o del mundo, nos encontraremos con caminos mucho más sinuosos e inusuales, pero debido a que nuestra región es relativamente plana y seca con referencia a otras geografías, entonces vimos al recorrido de esta carretera como el más emocionante de todos los posibles en La Laguna. Para contrastar, le propongo como ejemplo la vía que conecta a Tuxtla Gutiérrez con San Cristóbal de las Casas, Chiapas, que está en un ambiente tropical húmedo y desata nuestra admiración en cada meandro que transitamos, pero como nuestra tierra lagunera es pobre en paisajes exuberantes, nos imaginamos a nosotros mismos como los más intrépidos aventureros si nos arriesgamos a hacer un viaje tan peligroso como ir de Gómez Palacio a Nazareno, por eso le dimos tan inusitado nombre a esta senda pavimentada, pues la imaginamos resbaladiza e imprevisible.
De hecho, hace ya algunos años fue modernizada: la aplanaron, le suprimieron curvas y la ensancharon significativamente, por eso ahora es más segura, es decir, ya no nos ofrece incertidumbres de fortuna como lo hacía allá en los años en que le asignaron esa poética nomenclatura. Desde que la reconstruyeron dejó de ser una pronunciada y serpenteante cuesta, por tanto se acabó la inseguridad de llegar a nuestro destino, y podría dejar de llamarse de esa maravillosa manera.
La expresión Cuesta de la Fortuna fue tan venturosa que el señor Felipe Garrido, literato y editor, la tomó para denominar así a una colección de libros escritos por laguneros. Por medio de estas ediciones, varios autores noveles nos dimos a conocer. A Don Felipe le gustó el nombre y lo aprovechó para significar que la actividad literaria -narrativa y poética- recorre un camino sinuoso y empinado para llegar a un público cada vez mayor, mejor informado y con sensibilidad suficiente para disfrutar literatura local.
Pero lo que aquí importa es lo poético que este nombre rezuma.
