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La guerra de Netanyahu

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

El pretexto fue el ataque del 7 de octubre de 2023 por parte del grupo extremista palestino Hamás, respaldado posteriormente por la milicia libanesa Hezbolá. Ataque del cual Tel Aviv tuvo conocimiento por anticipado pero desestimó por error o desatendió deliberadamente. La forma de proceder de Israel tras el ataque refuerza la tesis de la desatención deliberada. Pero pensar que esta tragedia comenzó hace un año es tan erróneo como sostener que las fuerzas sionistas israelíes sólo están respondiendo al ataque de referencia.

La desproporción de las acciones de Tel Aviv apuntan a que el gobierno de Netanyahu venía preparando la escalada desde hace tiempo y sólo esperaba el momento más adecuado para ejecutarla. Hay muchos intereses en juego.

La operación militar israelí reciente contra el Líbano comenzó hace unos días con la detonación de los equipos de telecomunicaciones de los mandos de Hezbolá. Continuó con bombardeos a ciudades y pueblos del sur del Líbano. Y se ha extendido a los más recientes bombardeos aéreos en la capital, Beirut. El resultado son cientos de muertos, buena parte de ellos civiles, y miles de desplazados.

Israel ha dicho que lo que pretende es eliminar a todas las cabezas de Hezbolá. El sábado se confirmó la muerte en un ataque israelí de Hasán Nasralá, líder político y religioso de Hezbolá, un hecho que sacude todo el tablero con consecuencias imprevisibles. La milicia chií, que sólo ha respondido a los bombardeos con el lanzamiento de cohetes hacia Israel, hasta el sábado estaba revisando cuál será su reacción.

Por su parte, las fuerzas israelíes ya preparan una invasión terrestre, al estilo de la llevada a cabo en Gaza, en donde han arrasado todo a su paso. Las potencias regionales y mundiales siguen de cerca los acontecimientos que son cruciales y que marcan un antes y un después en el statu quo de Oriente Medio.

El actual conflicto no se puede entender sin considerar el marco geopolítico regional, con actores clave como Irán, Arabia Saudí, EUA, Turquía, Rusia e, incluso, China. Israel ha mantenido una postura agresiva frente a las facciones armadas palestinas y libanesas con el apoyo explícito de EUA, su principal aliado desde la Guerra Fría y primer proveedor de recursos bélicos y monetarios. Nada de lo que hace hoy Tel Aviv sería posible sin el respaldo de Washington.

Hamás y Hezbolá, por otro lado, forman parte del Eje de la Resistencia liderado por Irán, que también incluye a Siria, milicias chiíes de Irak y los rebeldes hutíes de Yemen, entre otras facciones. El objetivo del eje es acabar con el Estados sionista de Israel y recuperar los territorios ocupados por éste desde 1948 para la población árabe y musulmana.

El conflicto tiene lugar en medio de un reordenamiento global donde potencias como Rusia y China buscan desafiar el dominio occidental para crear un orden multipolar, mientras Irán aprovecha la fragmentación geopolítica para expandir su influencia. El apoyo militar de Irán a Hezbolá y Hamás busca consolidar una línea de confrontación con Israel en el Levante, en tanto Rusia ha mantenido un juego estratégico en Siria y apoya, de forma velada, las facciones antiisraelíes.

Pero internamente también hay mucho en juego. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha adoptado una política de mano dura frente a Hamás y Hezbolá como parte de su plataforma de seguridad, a menudo utilizando la violencia como una forma de consolidar su base política y desviar la atención de las crisis internas, incluyendo las críticas por corrupción y las protestas masivas en su contra.

La actual ofensiva busca eliminar a Hamás como fuerza política y militar en Gaza, debilitando simultáneamente a Hezbolá en el Líbano. Sin embargo, más allá de la seguridad, algunos analistas señalan que Netanyahu busca asegurar el control territorial sobre Cisjordania, expandiendo los asentamientos y reduciendo las posibilidades de un Estado palestino.

Tanto Hamás como Hezbolá operan bajo una combinación de ideología islamista y resistencia nacionalista. Hamás ha capitalizado el descontento de los palestinos por la ocupación y el bloqueo israelí en Gaza, mientras que Hezbolá se ha posicionado como el defensor del Líbano frente a Israel. Hasta los embates israelíes de hace unos días, ambas organizaciones veían en el conflicto una oportunidad para reforzar su legitimidad interna y regional, presentándose como defensores de la causa palestina y de la resistencia árabe.

Israel ha asestado duros golpes a ambas organizaciones, de los cuales les costará recuperarse. Sin embargo, pensar que dichos golpes serán suficientes para neutralizar toda la resistencia árabe contra el sionismo armado de Israel, es una apuesta torpe. Por el contrario, el sentimiento antiisraelí aumentará en las sociedades libanesa y palestina.

En cuanto a Irán, ha utilizado su apoyo a estos grupos para expandir su influencia en la región y desafiar a Israel y sus aliados, principalmente Arabia Saudí y EUA. En el contexto actual, Irán ve la guerra como una oportunidad para mantener a Israel en constante tensión militar y evitar que logre estabilidad en sus fronteras. Además, con las elecciones estadounidenses a la vuelta de la esquina, la escalada bélica puede generar divisiones internas en EUA, con sectores presionando a favor de una intervención directa y otros pidiendo cautela.

Desde la perspectiva geoeconómica, el control de territorios clave, especialmente en Gaza y el sur del Líbano, es estratégico no solo por su valor simbólico o militar, sino también por su importancia en las rutas comerciales emergentes. El Corredor Económico India-Medio Oriente-Europa (IMEC) busca competir con la Nueva Ruta de la Seda de China, y la estabilidad en el Levante es crucial para su éxito. Tanto Israel como sus aliados occidentales ven en este proyecto una vía de diversificación comercial, mientras que Irán y sus aliados lo perciben como una amenaza que podría aislarlos económicamente.

La guerra de Israel ha tenido un costo devastador en términos humanos. Cientos de miles de palestinos y libaneses han sido asesinados, heridos o desplazados por los bombardeos israelíes. Mientras tanto, en Israel los ataques con cohetes de Hamás y Hezbolá también han causado daños, pero mucho menores. Desde octubre de 2023, aproximadamente mil 500 israelíes han muerto. El ciclo de violencia perpetúa la radicalización y crea una generación de personas marcadas por el trauma y el resentimiento, alimentando futuras olas de enfrentamiento.

El conflicto también ha generado una polarización global. Países que apoyan a Ucrania en su resistencia contra Rusia tienden a justificar las acciones de Israel como defensa legítima. Y aquellos que justifican la invasión rusa suelen solidarizarse con los palestinos y Hezbolá, viendo en la guerra una lucha contra la ocupación y el imperialismo occidental. Esta división refleja una creciente tendencia a interpretar los conflictos globales a través de lentes ideológicos simplificados. Signos de los turbulentos tiempos que vivimos.

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