Museo Arocena (CORTESÍA)
Sobre la avenida Juárez, frente al Casino de La Laguna, se oye el estruendo de la tambora y de los guajes. En el último día de las peregrinaciones guadalupanas, un grupo de danza porta orgulloso su estandarte impreso con la virgen del Tepeyac. La imagen es poderosa, tanto por su estética como por su carga religiosa y simbólica. Dirige a los danzantes hacia el templo de Guadalupe, ubicado cuadras más adelante.
Muy cerca de allí, el Museo Arocena resguarda siete obras pictóricas de la Virgen de Guadalupe en su sala de Arte Virreinal. Seis de ellas son del siglo XVIII y una más del siglo XIX. La mayoría son anónimas y sólo se tiene el registro de un autor: Juan Castillo, de quien se desconoce mayor dato.
Sergio Garza Orellana, coordinador de exhibiciones en el Museo Arocena, aseguró que la Virgen de Guadalupe es una devoción indispensable para entender la vida en el virreinato de la Nueva España.
Su origen es un misterio, el cual puede ser tanto divino para los fervientes católicos, como histórico, en el sentido de que existen diversas fuentes con versionesdiferentes.
La tradición católica apunta a que fue el 9 de diciembre de 1531 cuando la Virgen de Guadalupe se le apareció por primera vez (en total serían cuatro ocasiones) al campesino de origen chichimeca Juan Diego Cuauhtlatoatzin, en el cerro del Tepeyac.
Ella le confió a Juan Diego la tarea de informar al obispo sobre su aparición para que se construya un templo al pie de la colina.
Juan Diego intentó convencer en vano al obispo hasta que la mañana del 12 de diciembre, al enterarse de que un tío suyo enfermó, salió a toda prisa y a la altura del Tepeyac se le volvió a aparecer la virgen.
Esta le cuestionó su presura y Juan Diego le confesó el problema de su tío. La Virgen lo tranquilizó, le dijo que su tío ya estaba curado y lo invitó a subir al cerro para que recogiera flores y las llevara al obispo. Juan Diego acudió con el prelado y dejó caer las rosas de su manto, develando así la imagen que hoy día conocemos de la Virgen de Guadalupe.
Cronología histórica
Garza Orellana comenta que el primer registro escrito sobre estas apariciones se remonta a 1648, a partir de la traducción al español que Luis Lazo de la Vaega hizo del relato náhuatl Nican Mopohua (Aquí se narra).
“Es a partir de esa fecha, mediados del siglo XVII, cuando va a despegar mucho el culto. Y no es que antes no hubiera culto, ya estaba la imagen a la que se le atribuían milagros […] Pero en 1648, a partir de estos textos, empieza esta narración de las apariciones de la virgen que se hará muy popular”.
Más tarde, en 1751, el Abad y Cabildo del Santuario de Guadalupe solicitaron al reconocido pintor Miguel Cabrera que realizara un estudio para dictaminar si la imagen original de la Virgen de Guadalupe era o no obra de la industria humana.
Según información del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el análisis de Cabrera y de su equipo de pintores, determinó que la obra presentaba cuatro técnicas nunca antes realizadas (óleo, dorado, aguazo y labrado al temple), y menos sobre ese tipo de tela de ayate. El dictamen fue publicado en 1756, en Ciudad de México, en el texto llamado Maravilla Americana.
Historiadores atribuyen a Miguel Cabrera ser uno de los mayores reproductores de la imagen de la Virgen de Guadalupe durante el Virreinato y, por ende, responsable de su popularización.
“A partir de eso empieza una nueva renovación a la devoción de la virgen de Guadalupe, que va a continuar a fines del Virreinato, peor que va a prevalecer en el México Independiente. Otra fecha importante es 1895, cuando se da la coronación pontificia de la Virgen de Guadalupe”.
Otros investigadores, adentrados más en el ramo histórico y no tanto en el religioso, tras un nuevo análisis que se realizó en 1982, atribuyen a la autoría de la imagen original de la Virgen de Guadalupe al pintor de origen náhuatl Marcos Cipac de Aquino (1517-1572). Aunque esto es una hipótesis, pues aún no hay nada comprobado.
Las imágenes del Arocena
Las pinturas de la Virgen de Guadalupe, que forman parte de la colección Arocena, muestran la tradicional imagen de la aparición santa. Una representación que procede del libro XII del Apocalipsis, donde se habla de una mujer coronara, vestida de sol, con la luna a sus pies, quien vencerá a una bestia escarlata de siete cabezas y diez cuernos.
Entre otros simbolismos en la imagen de la Virgen de Guadalupe, destaca la flor nahui ollin, máximo símbolo náhuatl que representa la presencia de Dios. Su manto verde estrellado es semejante al de los altos tlatoanis y también refiere al cielo.
Los rayos a su alrededor simbolizan el sol. El listón arriba del vientre indica embarazo. Las manos juntas, en señal de oración, podrían representar la unión de dos culturas. La Virgen se encuentra parada sobre una luna y el origen náhuatl de la palabra México significa “en el centro de la luna”, entre otros elementos.
Por su tamaño, Garza Orellana indica que la mayoría de las obras del Arocena tuvo uso doméstico, a excepción de un retablo que sí pudo haber pertenecido a una capilla.
La representación de la Virgen de Guadalupe también ha sido asociada a la Virgen de Guadalupe de Extremadura (España) y a la diosa mexica Tonantzin.
Debido a la gran devoción que provoca, la imagen no sólo se resguarda en museos e iglesias, pues se le puede encontrar en distintas esquinas de los barrios populares, al interior de mercados, en el transporte público e incluso en los fondos de pantalla de los teléfonos celulares.