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La Laguna, región con subsidencia

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

No pasó desapercibida la nota periodística de Francisco Rodríguez, publicada ayer en un diario coahuilense sobre los resultados del estudio "La caracterización de la subsidencia y exposición de población vulnerable en la Zona Metropolitana de La Laguna", que realiza el Servicio Geodésico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Dicen que prácticamente el suelo lagunero se está hundiendo, y la causa principal se encuentra en los reacomodos que ocurren en el subsuelo debido a la sobreexplotación del acuífero.

Los investigadores de la UNAM identifican 853 localidades urbanas del país que sufren este fenómeno al que denominan "subsidencia", entre ellas la Comarca Lagunera, a la cual clasifican en un rango de vulnerabilidad alta y muy alta, que afecta a un 58% de los habitantes que vivimos en esta región. Detectan que en 2,940 km2 hay al menos un proceso de subsidencia de un centímetro al año, pero identifican áreas críticas donde es mayor como Matamoros y Gómez Palacio, algunas áreas urbanas de otros municipios, incluyendo Torreón.

Tal información agrega una preocupación adicional a los síntomas en que se expresa la sobreexplotación del acuífero principal: las afectaciones ambientales y sociales en el abatimiento y la contaminación del agua del subsuelo, el desabasto a las viviendas y los daños a la salud en la población derivadas de la presencia de arsénico y flúor en ella. La subsidencia implica que, al extraerse agua subterránea de manera desmedida, se dejan huecos que provocan la compactación de los estratos del subsuelo anteriormente ocupados por el agua, disminuyendo la capacidad de almacenamiento.

Durante los últimos años se ha observado en diversas partes de la región la presencia de agrietamientos y hundimientos en el suelo, a los cuales se han atribuido como posibles causas esos reacomodos que ocurren en el subsuelo por la sobreexplotación del acuífero. Habrá que recordar que informes gubernamentales y académicos datan que este medio geológico subterráneo se encuentra en desbalance desde 1946, cuando entró en operación la presa Lázaro Cárdenas (SARH, 1986/Chaírez, 2005), debido a que la cortina construida para retener el agua en el embalse impidió que continuaran flujos de agua que lo recargaban, desbalance que se ha acentuado por el bombeo de agua sin control.

Otro estudio (CONAGUA, 2008) sobre fuentes alternas, señala que, si se mantiene la forma de extracción de agua del subsuelo que prevalecía en ese momento, al acuífero principal le quedaban de 30 a 40 años, lo cual no ha variado, en todo caso ha aumentado. Si a esto agregamos los sesgos que presentan los estudios de disponibilidad del acuífero principal basados en la NOM-011-CONAGUA-2015 (que ya tiene tiempo en revisión para ser modificada), es posible que las estimaciones de los volúmenes de recarga y extracción no sean tan precisos y confiables, por lo que no descartemos que el plazo que marca la CONAGUA sobre el período de vida de este medio geológico sea menor.

Es el caso de la última actualización de la disponibilidad media anual de agua del acuífero principal (Conagua, 2023), que mantiene los mismos criterios que los estudios previos que se hicieron. En él se hace una delimitación administrativa de este acuífero de 12,617 km2, y el balance de aguas subterráneas para el período 2000-2015 se basa en un área menor de 3,760 km2, debido a la disponibilidad de información piezométrica (sobre el nivel en que se encuentra el agua en el subsuelo) y en la que se localiza la mayoría de los pozos. Ya se ha cuestionado que la delimitación de los acuíferos debe ser con base a criterios hidrológicos y no de gestión administrativa, las estimaciones sobre el balance hídrico se hacen sobre una cuarta parte del área en que se delimita el acuífero.

A esto hay que adicionar los estudios que se han hecho por la comunidad científica, como el que se sustenta a partir de un análisis isotópico de la geoquímica del agua de los acuitardos que subyacen en lo otrora paleolagos (acuíferos que almacenaron agua durante miles de años en la parte inferior de las lagunas de Mayrán, Tlahualilo y Viesca), comparada con el agua que se bombea en conos que se han abatido aceleradamente (más de un metro anual). El hidrogeológo de la UNAM, Adrian Ortega sostienen la tesis de que esa agua antigua migró hacia la parte central del valle agrícola (Distrito de Riego 017), una vez que se abatieron los conos que almacenaban agua dulce de origen reciente, a los que están rellenando y de ellos se está extrayendo por varias décadas esa agua antigua contaminada con metales pesados y otros elementos químicos tóxicos para la salud humana, tesis que ofrece la explicación más sólida que identifica a la principal fuente en que se origina el aumento de las concentraciones de arsénico en el agua del subsuelo (Ortega, 2002). Al parecer estos volúmenes que migran no se contabilizan en el estudio de disponibilidad, lo cual supone que ya no haya la recarga de agua reciente o los volúmenes provenientes de las fuentes de esta recarga no sean los reales que se señalan en el estudio de disponibilidad.

A esto le agregamos la subsidencia. Que el diablo nos encuentre confesados, se está poniendo en duda la viabilidad el modelo de desarrollo económico-social y ambiental actual de la región.

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