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La leyenda de la iglesia y las doce campanadas de Tlahualilo

Cuentan que ocurrió en 1957, cuando el Diablo gobernaba el pueblo...

La leyenda de la iglesia y las doce campanadas de Tlahualilo

La leyenda de la iglesia y las doce campanadas de Tlahualilo

RECOPILADORA: BLANCA CECILIA DÁVILA CORRE

Esta leyenda aún se escucha entre los pobladores del Ejido Campana, municipio de Tlahualilo, Durango. Todo comenzó en 1957, y según cuentan los lugareños, en ese tiempogobernaba el Diablo.

Un extraño fenómeno sucedía: todas las noches, a las doce se escuchaban doce campanadas. Los habitantes del Ejido salían asustados y curiosos, puesto que no tenían campanario; sin embargo las campanadas podían escucharse claramente provenientes del cerro cercano. Aquello tenía intrigados y asustados a los vecinos, pues todos los días, en punto de las doce, volvían a percibirse una tras otra las campanadas.

En una ocasión un hombre de 42 años, José Albino, no podía conciliar el sueño. Esa noche la doceava campanada sonó especialmente estruendosa, por lo que la gente comenzó a salir de su casa. José Albino fue el primero en advertir una hermosa cruz de piedra en la cima del cerro, que todos los lugareños admiraron absortos durante el resto de la noche.

Casi al amanecer regresaron a sus casas, excepto José Albino que seguía contemplando la cruz como si estuviese hipnotizado. Una fuerza interior le hizo subir al cerro, pero al llegar a la cruz un fuerte viento se desató levantando remolinos de tierra y papeles.

Uno de esos papeles cayó a los pies de José Albino, quien sin darle importancia continuó arrobado en la contemplación de la cruz, hasta que otra ráfaga levantó el papel y lo dejó frente a él. Al tomar el papel un miedo intenso le invadió y salió corriendo, pero escuchó una voz que le decía:

—¡Léelo!

Aquella voz sonaba potente. José Albino levantó el papel con mano trémula y leyó; al terminar, una nueva ráfaga de viento lo arrebató de sus manos. Con paso cansino y el rostro demudado José Albino regresó al poblado. Una señora quedó sorprendida al observar aquella expresión rara en la faz de José Albino.

Dígales a todos que quiero hablar con ellos... que vengan. Es muy importante lo que tengo que comunicarles— dijo José Albino con voz grave.

La mujer, asustada por su semblante, fue casa por casa. Al poco tiempo todos estaban reunidos frente a él.

—Esas doce campanadas —comenzó diciendo José Albino— se escuchan como una señal para decirnos que en la cima hay una iglesia encantada, que es muy grande y está llena de valiosos objetos en oro y piedras preciosas. En 1956 unos indios hechiceros, haciendo uso de sus artes mágicas, encantaron la iglesia y nadie puede verla, pero allí está. Sé cómo terminar con el encanto: es necesario que una parturienta dé a luz a su primogénito en el cerro, en punto de las doce de la noche. Pero primero hay que encontrar la puerta...

José Albino se quedó callado. Con el rostro pálido, se le veía sumamente fatigado. Los vecinos del lugar lo cargaron para llevarlo al médico; sin embargo en el camino murió. Esa noche lo velaron y al día siguiente fue sepultado en el panteón del Ejido Campana. 

Este suceso aún sigue fresco en la memoria de quienes fueron testigos. Las campanadas dejaron de escucharse y hasta la fecha no ha habido mujer alguna que se haya animado a dar a luz en la cima del cerro a medianoche.

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