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La (nueva) marea rosa

Jorge Ramos

Qué maravilla que la próxima semana los mexicanos podamos votar libremente por quién se nos pegue la gana, y que la elección de la presidenta no la tome, como antes, el dedo de un hombre enloquecido de poder o un fraudulento y asesino partido político que se amarró por siete décadas a la silla presidencial. Hay mucho que agradecer a los millones de mexicanos que por años lucharon para que México se convirtiera en una democracia. Joven e imperfecta, pero una democracia al fin.

Hay muchas cosas que México está haciendo bien. Empezando por el Instituto Nacional Electoral. Ha creado un sistema de votación caro pero eficiente y, hasta ahora, a prueba de fraudes. "Si algo hemos hecho bien en los últimos 30 años ha sido construir un sistema electoral que nos ha permitido que sea el voto de las y los ciudadanos, en condiciones equitativas de la competencia electoral, el que defina quienes nos gobiernan y representan", me dijo en una entrevista Lorenzo Córdova, quien fue el presidente consejero del INE del 2014 al 2023. "A pesar de los momentos difíciles … seguimos teniendo elecciones que garantizan la expresión libre del voto". Eso no es poca cosa.

Pero falta. "Hemos avanzado en temas electorales", me explicó el jurista y exministro de la corte suprema, Diego Valadés. "Pero nos hemos rezagado en los temas institucionales referidos a la presidencia de la república, y lo que hoy tenemos es un presidencialismo absolutista … Lo que padecemos los mexicanos es ese ejercicio intrusivo, abusivo y también arbitrario de la presidencia de la república".

Bueno, pues es con esta democracia insuficiente que votamos el próximo domingo 2 de junio. Y desde lejos - llevo más de 40 años fuera de México - se ven dos cosas muy claras. Una, obvia y basada en las encuestas, que una mujer llegará por primera vez a la presidencia. La otra, que la elección es entre cambio y continuidad. El país está totalmente dividido por la figura polarizante del presidente Andrés Manuel López Obrador y su propuesta de imponer en México su concepto del país. Él asegura que México está en su "mejor momento". Los candidatos opositores creen que no.

"Cuando le preguntas (a la gente) si la salud, si la educación, si la seguridad está bien, la gente sabe que no está bien", me dijo en una entrevista Xóchitl Gálvez, la candidata de la oposición. "Algo está mal en el país, que tiene que ver con esta colusión del presidente con los delincuentes".

¿Por qué tú y no Claudia Sheinbaum, la candidata de Morena? le pregunté a Jorge Álvarez Máynez, de Movimiento Ciudadano. "Porque yo veo al futuro, Claudia ve al pasado", me dijo. Y porque ella sigue "acríticamente lo que diga el presidente".

No deja de sorprender la disciplina de la candidatura de Sheinbaum, que durante meses no se ha separado en lo más mínimo de las ideas y propuestas del presidente. ¿Habrá rompimiento entre López Obrador y Sheinbaum? No antes de la elección. Pero entre los votantes hay dudas sobre quién es la verdadera Claudia y cuáles son las cosas en que ella cree.

Morena quiere convertirse en el partido hegemónico de México, una especie del PRI del siglo XXI. Y si en estas elecciones logra el control sobre el congreso - y la creación de leyes en el país - será muy difícil detener la aplanadora.

Al mismo tiempo, ha surgido un potente y entusiasta movimiento opositor que se opone a Morena, que quiere profundizar aún más los cambios democráticos en México y que se siente muy incómodo con el pasado del PRI y del PAN. ¿Cómo apoyar/votar por un partido como el PRI que hizo tanto daño y robó impunemente a México? ¿Cómo aliarse al conservador PAN luego de su desastrosa guerra contra el narcotráfico y de que su principal policía - Genaro García Luna - fuera acusado de ser socio de los narcos?

La nueva marea rosa parece ser la alternativa política para quienes que buscan ser oposición sin la vergüenza del pasado. Sería un movimiento opositor sin el PRI y el PAN, sin las traiciones del Partido Verde y las polémicas personalidades de Movimiento Ciudadano. Esa marea rosa volvió a demostrar el domingo pasado que puede convocar a millones de mexicanos. Quizás el futuro de la oposición en México sea rosa, independiente, moderno, atrevido y liberal. Y tiene su encanto que este movimiento haya asumido el rosa mexicano, un color que tanto nos identifica.

México no es monolítico. Sea cual sea el resultado del 2 de junio, México seguirá teniendo dos fuerzas de choque: el oficialismo de Morena y un creciente movimiento opositor de color rosa. Y eso es imprescindible para reforzar nuestra joven democracia.

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