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El libro de Lanzagorta

JUAN ANTONIO GARCÍA VILLA

Hace algunos meses fue publicado un estupendo libro sobre beisbol, escrito por el estimado amigo y formidable cronista del deporte rey, Alfonso Lanzagorta. Fiel a su conocido estilo irreverente y mordaz, dio a su obra el título de “Beisbol con muchas pelotas” (326 págs.) Aunque Lanzagorta dice de su propio texto que es un “mamotreto infumable” (pág. 57), en verdad no merece tal calificativo, pues se trata de un magnífico libro: bien escrito, de pulida redacción, cuidadosa sintaxis y desde luego, por su valioso contenido. Exigente para con los demás, lo es Lanzagorta en grado superlativo consigo mismo.

Dice que todo narrador de beisbol, y en general de cualquier deporte, debe preparase bien y jamás dejar de leer e informarse. Considera que como cronista se “debe saber usar el lenguaje y adicionalmente conocer bien el tema del que se está hablando”. Reconoce que “entre los periodistas deportivos se ha abusado de la historia y la estadística como recurso” (pág. 63).

Por lo anterior, considera que “hay que saber, aparte de historia, cómo se juega nuestro deporte, y tener claros cuáles son los móviles de quienes toman decisiones en un dugout o en una oficina. 

Si no se conocen los puntos finos de aquello sobre lo cual pretendemos hablar consuetudinariamente, lo mejor es quedarse callados” (pág. 64). 

De sí mismo dice al respecto que “en un viaje a los Estados Unidos, vacié las existencias de libros técnicos de beisbol de los estantes de cinco librerías que me encontré” y que al leer esa literatura “me di cuenta -sigue diciendo Lanzagortade lo poco que sabemos en México de beisbol… también veía con tristeza, que muchos instructores de nuestra pelota profesional jamás se han tomado la molestia de ver qué dicen sus pares de otras latitudes, donde la calidad y el nivel del juego son mucho mejores” (pág. 45).

Advierte su autor que “no es propósito de este libro enseñar a nadie a jugar beisbol, sino a apreciarlo”. Y en efecto, ofrece al lector una serie de útiles conocimientos para el cumplimiento de tal objetivo. Entre otros, cuáles son los puntos esenciales para apreciar si un pitcher tiene, o no, buena mecánica al lanzar. 

En más sobre el pitcheo, al que considera “el arte de saber engañar” (pág. 98) y por consiguiente al lanzador “un mentiroso profesional” (pág. 133), explica a sus lectores cuáles son, uno a uno, los numerosos tipos de lanzamientos que hay, así como cuándo y en qué casos y circunstancias se han de hacer. Interesantísima, por otro lado, es la explicación relativa a cómo armar un buen orden al bate (line up). Expone al efecto y en detalle, cuatro modelos o paradigmas. Asimismo, menciona las características, físicas, de habilidades y destrezas que deben tener los jugadores que cubren, en el beisbol, las distintas posiciones a la defensiva. 

También habla sobre el ampayeo, la famosa sabermetría, el scouteo y otros temas. A propósito del scouteo o búsqueda de talento beisbolero, Lanzagorta menciona que en las Grandes Ligas los 30 equipos tenían en 2019, el año previo a la pandemia, un promedio por equipo de 55 scouts.

Los equipos con mayor número de buscadores eran ese año los Yanquis de NY con 80, seguidos de Los Dodgers de LA con 79. Y el equipo con menor número los Astros de Houston con sólo 18 (pág. 243). Aunque se trate de un conocido lugar común decir -en el casoque el libro de Lanzagorta “no puede faltar en la biblioteca de todo buen aficionado al beisbol”, y no se diga si se trata de periodistas deportivos, lo cierto es que decir lo anterior respecto de este libro no es un lugar común sino una verdad de a kilo.

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