Los viejos fans que se acercan, no sólo saludan, también desbocan su pesar y además pasean su nostalgia. Para ellos el pasado sigue presente y caen, sin remedio, en las comparaciones, entre los chicos que se van rumiando derrota el sábado, mirando al piso como si hubiese oro entre el pasto y todos los cracks que se ha llevado el río del tiempo. Todo eso ante el sonido a todo volumen que desde cabina utilizan para esconder protestas y abucheos.
¿Sirve de algo estar reviviendo a tantos grandes jugadores? La vida es hoy, como igual la frustración y la duda. Siguen añorando los pelotazos de Fernando de la Rosa a Puma Rodríguez, con su pique demoledor y hambre de gol. Quisieran que Choque Galindo transite por ambas bandas y con Dolmo, encuentren a Juan Flores. Sueñan con el clarin de Pony Ruiz, pasador ideal que ubicaba doquiera a Jared, depredador del área con intuición singular por el arco.
Les parece ver a Altamirano hacer digonales y patear a puerta. Conversan con el futbol de Adomaitis y Apud. Creen que aún están España, Caballero, Ramón Ramírez y tantos grandes, pero sobre todo el cerebro y toque de Benjamín Galindo.
El sonido del TSM, tan deficiente como quienes usan el micrófono, con voces tenues y sin conocimiento del juego e historia del mismo club, quedan como Santos Laguna, desprovistos de armas. Porque la gente no es ilusa y por ello sólo acude al escenario una tercera parte del cupo, pues sabe que su equipo está en el fondo y si hubiese segunda división, sería candidato para irse. ¿Y la solución es echar a Ambriz?
El problema no es de dirección, es de pobreza en el plantel, donde los jóvenes no intentan crecer y los extranjeros no cambian nada. Santos es el ministro de las sombras.
La melancolía nos proporciona un mejor aprecio de los bellos momentos vividos pero la vida y la realidad está delante de nosotros y hoy mismo. No es simple derrotar a los demonios particulares pero se debe tomar en cuenta de que el futbol, solo pasa por los jugadores y los actuales tienen un buen espíritu grupal, no la capacidad creativa. Rayados pudo hacer un par más de goles.
Lo impidió Carlitos sublimado, por ello este otoño, sí que es la estación de la memoria.
En esa memoria desfilan los granes héroes, como el fabuloso Enrique Castro “Quini” (1949-2018) delantero natural y efectivo en la casaca del Real Sporting Gijón que en 448 partidos marcó 219 goles. Luego también pasó por el FC Barcelona y volvió para retirarse en la tierra, vestido de rojo y blanco a rayas.
Su hermano Jesús, que fue arquero, es un héroe reconocido, pues una tarde de 1993 en la playa de Amió salvó a dos niños que se ahogaban en el mar, aunque en el lance, perdió su propia vida.
Quini fue un hombre idolatrado en Gijón. Su socio leal por mucho tiempo fue el puntero zurdo argentino Enzo Ferrero. Se fue de este mundo en febrero de 2018 porque su corazón se detuvo a los 68 años.
Su sepelio fue un desfile multitudinario. Hoy el estadio de su equipo, lleva su nombre.
El futbol sigue siendo un juego diabólico. Los grandes jugadores marcan el partido, como el pase maravilla de Lucas Ocampos a Berterame para el 20 de Rayados, con López perdido en la marca.
Con matones como Brandon que fusiló tras la falla de Núñez.
Y es cierto, cuando el pueblo habla tiene una voz genuina y verdadera. Nuestra gente quiere apartarse de la cruel realidad santista, creen que hay más mundos posibles e incluso mejores, sólo hay que soñarlos.