Salvo tal vez en los Estados Unidos y en pequeños círculos fuera de este país, en general en el ancho mundo de las letras causó gran sorpresa el anuncio hecho por la Academia Sueca, en octubre de 2016, acerca del ganador del Premio Nobel de Literatura correspondiente a ese año.
Ello a pesar de que al menos desde veinte años antes, es decir, en 1996, diversos autores y académicos lo nominaron para la candidatura a dicho máximo galardón, obviamente sin éxito y sin haber tenido entonces mayor eco.
Hasta que en 2016 la Academia Sueca otorgó el Nobel de Literatura al compositor, cantante y poeta norteamericano Bob Dylan (Robert Allen Zimmerman), de origen judío, nacido en 1941, por “haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición de la canción estadounidense”, según declaró la propia Academia Sueca. Ya después de obtenido el Premio Nobel, recibieron gran difusión sus prendas y merecimientos personales.
Entre otras, que Dylan ya era miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras, así como de la Academia de Artes de Berlín. Que sus discos le habían valido varios Grammys y Globos de Oro y que su nombre se encontraba ya en el Salón de la Fama del Rock and Roll y en el Salón de la Fama de los Compositores. Asimismo Bob Dylan obtuvo en 2004 el segundo puesto en la lista de los cien mejores artistas de todos los tiempos, elaborada por la revista Rolling Stones, después de los Beatles; y cinco años antes, en 1999, fue incluido en la lista de las cien personas más influyentes del siglo XX según la revista Time.
¿Qué tiene que ver Bob Dylan, Premio Nobel de Literatura 2016, con el beisbol? De entrada, que el Rey de los Deportes, por una u otra razón, nunca deja de sorprendernos, como en este caso. Uno cree haberlo visto o sabido todo acerca del beisbol y esto jamás será cierto.
Veamos: En su libro, al que hice referencia aquí la semana pasada, intitulado “Dime que no fue así, Joe”, su autor David Calderón dedica un breve capítulo a “Dylan en el Salón de la Fama”. Pero no se refiere al Salón de la Fama del Rock and Roll o al Salón de la Fama de los Compositores, no, sino ¡al Salón de la Fama de Beisbol de Cooperstown! La cosa está así: resulta que Dylan, según nos explica David Calderón, es un gran fanático del beisbol.
Fue por ello que su canción “Catfish”, calificada como “pequeña joya musical”, la compuso para el pitcher de los Atléticos de Oakland y después de los Yanquis, Catfish Hunter. Agrega Calderón: “Prueba también de la afición beisbolera de Bob Dylan es el ya legendario programa de radio que dirigió el día de su cumpleaños 65, el 24 de mayo de 2006, programa dedicado en su totalidad al Rey de los Deportes” (pág. 79). Ese programa comprendió dieciséis canciones, todas beisboleras.
Entre otras, con traducción libre al español de su título, el compositor en su caso y año, fueron las siguientes: “Llévame al juego de pelota”, “Beisbol Boogie” (Mabel Scott, 1950), Jonrón (Chance Halladay, 1959), ¿Viste a Jackie Robinson batear de hit esa pelota? (Buddy Johnson, 1943), así como dos dedicadas al gran Joe DiMaggio y una al formidable lanzador de los Dodgers Don Newcomb.
Bueno, pues esa transmisión radial fue incorporada al mes siguiente, en junio de 2006, a los archivos del Salón de la Fama del Beisbol.
En consecuencia, bien se puede afirmar que Bob Dylan, el Premio Nobel de Literatura 2016, diez años antes de obtener este galardón ya había ingresado a Cooperstown. Por vía distinta y diferentes merecimientos, sin haber sido jugador, ampayer o cronista ingresó al templo de Cooperstown. Simplemente por ser aficionado, gran aficionado y conocedor del beisbol.
POSTEMPORADA MLB
Hasta ahora, la postemporada de Grandes Ligas nos ha proporcionado emociones a raudales. Hemos visto juegos verdaderamente sensacionales.