Se le puede llamar “axioma”, o bien, decir que se trata de una “perogrullada”. La primera palabra suena un tanto elegante, mientras que la segunda tiene un sonido popular, como para usarse en la charla coloquial.
Pero para todo efecto práctico más bien son lo mismo. Aunque no faltará por ahí algún purista, muy exigente, que con docto ademán nos diga que es necesario matizar el verdadero significado de uno y otro vocablo; pero no hace falta.
Para lo que vamos a tratar son lo mismo axioma y perogrullada. Un axioma es algo que se afirma y que por ser tan evidente no necesita demostración. Por ejemplo, que el todo es la suma de sus partes. Y una perogrullada es una verdad tan notoria que decirla equivale de hecho a una tontería, como afirmar que si es de día entonces no es de noche.
En esa categoría cae la siguiente proposición: “Nadie puede querer lo que no conoce”. ¿Alguien lo duda? ¿A qué viene lo anterior? A que hace varios años un compañero de la Peña Beisbolera comentó con cierto acento de tristeza algo que me llamó poderosamente la atención. Dijo que se compadecía de tantas personas, genuinamente interesadas en el deporte, que al llegar el mes de octubre de cada año no sienten la menor atracción por estar al tanto de lo que sucede en los playoffs de Grandes Ligas ni ven un solo juego de la Serie Mundial. “Pobres –dijo— me dan lástima. No saben lo que se pierden”. Luego de la sacudida que en mi provocó el comentario del compañero peñista, en reacción casi instantánea, como para consolarlo, le dije: “No te preocupes, si precisamente como tú bien dices no saben de lo que se pierden, no pasa nada. ¿Y sabes por qué? Porque nadie puede querer lo que no conoce”.
Luego de unos instantes de reflexión, me respondió: “Tienes razón, no disfrutan, no gozan, no se alegran, no se emocionan; pero tampoco sufren.
Están como en el limbo, ¿verdad?” Francamente sí, aunque a veces los que sufrimos somos los aficionados, cuando a nuestro equipo favorito no le salen las cosas como quisiéramos. Ocurre entonces, como bien dice el cronista beisbolero Ernesto Jerez, que en el precio del boleto el sufrimiento va incluido. Pero ver beisbol de la máxima calidad, el mejor del mundo como dicen algunos, en encuentros en los que se juega todo, es algo verdaderamente incomparable, humanamente no hay nada que en emociones pueda ser superior.
Hace veinte años, la universidad inglesa de Bristol realizó un amplio estudio sobre las emociones en cinco deportes de conjunto que se practican de manera profesional. Creó al efecto un modelo para medirlas y escogió las siguientes disciplinas: Beisbol, futbol americano, soccer, básquetbol y hockey sobre hielo.
Aplicó el modelo a tres millones de juegos y llegó a la conclusión que de estos cinco deportes, el beisbol es el que mayores emociones es capaz de brindar como espectáculo deportivo. El problema del beisbol es que su esquema de juego es relativamente complejo –pues no se trata de algo tan elemental, como sucede en los otros, de meter una pelota en un agujero— y por eso muchos se resisten a intentar entenderlo. Ignoran por lo tanto de lo que se pierden. Porque como nadie puede querer lo que no conoce, por eso cada año sin darse cuenta, en octubre, se pierden las grandes emociones de la Serie Mundial de beisbol.