Muchos creen que ya la libramos. Los primeros días del régimen de la presidenta Sheinbaum no ofrecen más indicaciones que su gestión tendrá por objeto encontrar las maneras de solucionar las contradicciones que parecían ser inevitables hace unas escasas semanas. Particularmente la amenaza de que Andrés M. López Obrador pretendiera muy en serio retener los hilos del poder.
Así las cosas, esperamos que la problemática de la nueva administración asegure que la modernización del país se realice conforme a un mínimo de democracia y congruencia.
Esto no significa que las leyes aprobadas sobre la inmunidad de las modificaciones constitucionales más recientes dejen de estar en vigor. Como ya lo hemos dicho es la absoluta autoridad del gobierno.
Mientras que en México se resuelve el dilema del poder centralista que la señora Sheinbaum podría pretender heredar frente a las realidades que nos ofrece un mundo más moderno acorde al Siglo XXI. En nuestro vecino al norte está por definirse la disyuntiva entre un gobierno autárquico y desarticulado respecto a las condiciones internacionales prevalecientes en el tablero mundial.
En efecto, el próximo martes conoceremos el tenor fundamental del próximo cuatrienio presidencial. El choque político e ideológico que es patente entre los políticos que defienden por razones de interés personal un poder absoluto contra los que aún idealizan un programa modernizado e incluyente que respeta los derechos humanos más elementales.
La diferencia entre un Estados Unidos cuyo gobierno no toma en cuenta en su óptica hegemónica la transformación que se está operando en el resto del mundo, en cuanto a esquemas políticos y económicos. Así, puede entenderse la profunda revolución que en algunos casos se está dando en Europa con una marcada inestabilidad en los partidos políticos. Lo que sucederá inevitablemente será un alejamiento de los modelos dictatoriales de gobiernos como el que podría darse con el triunfo de los republicanos en Estados Unidos. Lo anterior significa un rompimiento del modelo de cooperación política y económica que se ha caracterizado desde Potsdam.
El panorama que se presenta es que continúe la diferencia radical entre modelos de gobierno que buscan el bienestar popular a través de caminos muy distintos. Uno vía decisiones tomadas por comités centralizados cuyas decisiones son impuestas y el otro, por intentos repetidos que buscan el consenso. La diferencia es clara y abismal. En tanto un sistema de decisiones avala y aplica las propuestas de gobierno sin discusión alguna, mientras que la otra busca soluciones democráticas.
Para México este gran tema mundial no parece ser un punto álgido de discusión. Todas las señales actuales apuntan hacia que el nuevo sexenio está entrando en la vergonzosa etapa en que las decisiones de gobierno se imponen arbitrariamente. Tal y como lo que se vivió esta semana en el Congreso. Aun queriendo, los partidos políticos de oposición no pueden defender su visión democrática por ser literalmente arrollados por la mayoría aplastante de Morena que con su prepotencia y soberbia defiende sus intereses personales donde se asoman arreglos de oscuros orígenes.
El sometimiento total y absoluto del Poder Judicial lo hace ahora dependiente del Poder Legislativo quien se ha convertido en el verdadero mandamás de este país arrollando inclusive al Ejecutivo.
Bajo esta óptica, ¿qué pasará con la doctora Sheinbaum?...¿Sus pasos serán conciliadores o unipartidistas?...¿La credibilidad de la política internacional de México se volverá a poner en duda por la corrupción heredada?...El tiempo nos lo dirá.