No solo para los mexicanos, sino para toda la humanidad, el hecho de fenecer es un tema recurrente en su pensamiento.
En esta ocasión le propongo considerar la muerte en una cultura tal vez lejana, pero que influyó en todo occidente, hasta llegar a nosotros con algunas modificaciones. Ahora nos referimos al tratamiento de la muerte entre los nórdicos, ese pueblo amplio que abarca las actuales Noruega, Suecia y Dinamarca, de donde salieron los aguerridos marinos vikingos.
Para la gente de esas latitudes del norte europeo, la muerte que en realidad importaba era la de los guerreros, y solamente si ocurría en batalla. La de los demás, como mujeres, sirvientes o gente de otra condición no es narrada en las sagas, por tanto ignoramos si había una creencia al respecto.
Los vikingos celebraban comilonas acompañadas de hidromiel y mujeres después de una batalla exitosa de la que había grandes botines fruto del saqueo. Esas fiestas eran el orgullo no solamente de los guerreros, sino de todo el pueblo, que participaba de los beneficios obtenidos en la rapiña. Entonces los guerreros, quienes eran la parte más importante de la fiesta, se sentían orgullosos de su condición y creían que después de la muerte gozarían de un banquete semejante a éste en un salón enorme, con abundante carne para comer, cerveza o hidromiel para beber y mujeres para disfrutar de sus bailes y caricias. A este gran salón le nombraban Valholl, compuesto de Val, cuyo significado es "los caídos" y Holl, que quiere decir "salón" (usted recuerda la palabra inglesa que todavía actualmente designa a los salones).
Pero este "cielo de los nórdicos" no era el único, pues una mitad de los guerreros, después de la muerte en combate, era llevado al Folkvangr, cuyo significado es, usted ya lo está vislumbrando, "el campo de la gente" o, en este caso, del ejército.
El Valholl estaba presidido por Odin, el dios principal de los nórdicos, el Folkvangr, por la diosa Fereyja. Aquí vemos los elementos masculino y femenino de la mitología vikinga, que da un lugar semejante a cada uno de los géneros, característica relevante de esta cultura.
Para beber en el Valholl o en el Folkvangr se requería morir en batalla, y la mitad de estos privilegiados eran llamados por Odin, la otra mitad por Fereyja, quienes enviaban a sus sirvientas a que escogieran y levantaran a los muertos en combate para que entraran a gozar del botín reservado a los héroes vikingos. Estas seleccionadoras eran precisamente las valquirias, cuyo nombre, según los entendidos en el idioma nórdico antiguo, significa "La que elige a los caídos".
Las valquirias eran guerreras con poderes sobrenaturales y una belleza extraordinaria y montaban caballos alados. Eran lo que nosotros llamaríamos "ángeles de la muerte en la cultura nórdica", pues tenían la encomienda de escoger a quienes eran dignos de entrar al gran salón de fiestas para celebrar la victoria de la vida, cuya prefiguración era el convite después de haber triunfado en combate.
Seguramente usted recuerda la pieza musical titulada La Cabalgata de las Valquirias compuesta por Wilhelm Richard Wagner. Es la introducción al último acto de la ópera épica llamada La Valquiria.
Wagner era el compositor favorito de Hitler y sus seguidores, los fascistas, pero debemos recordar que el arte en sí mismo no tiene ideología, pues una composición bella, o por lo menos atractiva, nos provoca sentimientos estéticos sin importar la tendencia doctrinaria de su autor. Entonces si escuchamos buena música, podemos prescindir de lo que pensaba o hacía su compositor en la vida privada o aun pública.
Cuando usted escuche esta fragorosa pieza musical, sentirá que las valquirias cabalgan por encima de la batalla, donde sobrevivir es un deseo de cobardes, y escogen a los más esforzados guerreros para que ahí los sacrifiquen y llevárselos a la comilona eterna, donde disponen del botín que se merecen los combatientes más aguerridos.
