En los próximos días tomará posesión por segunda ocasión Donald Trump como presidente de uno de los países más poderosos del mundo.
En diversos rubros ha ido plasmando quiénes son sus adversarios, por ejemplo, en el rubro tecnológico está Google, el emblemático motor de búsqueda que ha sido sentenciado por monopolio y lo que le falta, y que, es sabido, no goza de los afectos del nuevo inquilino de la Casa Blanca; además de haber sido la empresa tecnológica que más aportó recursos a la campaña de Kamala Harris. Y mención adicional, la enemistad personal de los fundadores de dicho coloso con Elon Musk, hoy el vicepresidente de facto de Trump.
En la seguridad nacional el próximo mandatario ha subrayado la lucha contra los cárteles mexicanos de la droga, catalogándolos como organizaciones terroristas extranjeras, razón por la que anuncia que será motivo de una de sus primeras declaraciones al asumir el cargo.
La concepción del enemigo va de la mano con la historia del ser humano. El núcleo primario es la familia, en ella cada quien tiene su rol, algunos de sus miembros pueden no estar de acuerdo con el estatus que tienen en ese espacio. De este núcleo se amplía a la tribu, en donde ocurre que si algunos de sus integrantes no quieren relacionarse, pueden resultar en primer término, ajenos, y en otro -en menor o mayor grado- enemistados con la comunidad. Así el extraño pudiera convertirse en un peligro para la subsistencia del colectivo.
Este principio de ajeniedad nos lleva a la raíz etimológica de la palabra enemigo que proviene del latín inimicus (prefijo negativo in) y como tal se entiende como el no amigo.
El dilema estriba en distinguir quién es amigo, ciudadano o enemigo, el bien y el mal, la polaridad, así de sencillo. El autor Carl Schmitt señala que la diferencia de amigo o enemigo debe entenderse que es aquella a la que pueden reconducirse todas las acciones o motivos políticos.
Los romanos hace tiempo hacían la distinción entre el inimicus y el hostis, el primero el enemigo personal y el segundo el enemigo público, justo con quien se encontraba la posibilidad de la guerra.
Aún más en el Capítulo V del Libro II "Del derecho de vida y de muerte" referido al Contrato Social, Rousseau indica en su majestuosa obra, que: "todo malhechor, atacando el derecho social, conviértase por sus delitos en rebelde y traidor a la patria, cesa de ser miembro de ella al violar sus leyes y hacerle la guerra".
Así surge un debate de quién es el enemigo del Estado, quién goza de derechos humanos por ser persona.
El planteamiento de Trump no es novedoso ha pasado por múltiples filósofos como Aristóteles, Juan Jacobo Rousseau, Kant, entre otros.
Las leyes de los Estados Unidos a este respecto surgieron con gran fuerza en el 2011 con el atentado a las torres gemelas en Nueva York y sucesos posteriores, por ello esta tesis del derecho penal del enemigo, cobró fuerza en aquella nación.
Hoy Trump se suma a ese gran debate que reiteró formó parte del desarrollo filosófico del ciudadano y del enemigo, y requiere conocerse. ¿Serán los cárteles de la droga un enemigo?
Algunos puntos de vista se expondrán en nuestra próxima columna, la primera del nuevo año, por eso te deseo un feliz, y lleno de salud 2025.
*Abogado y activista, maestro en Ciencias Penales. Autor del libro "El ciudadano, el enemigo y el estado".
@UlrichRichterM