Los huérfanos del feminicidio en Coahuila. (EL SIGLO DE TORREÓN / JOSÉ DÍAZ)
La sombra de los feminicidios se extiende más allá de sus víctimas directas, alcanzando a los seres más vulnerables e inocentes: los niños y niñas huérfanos del feminicidio. Aunque poco se habla de ellos, no dejan de ser víctimas colaterales de una realidad trágica que los lleva, en muchos de los casos, a ser criados por sus abuelas maternas con quienes tienen que enfrentar las secuelas emocionales, económicas y sociales de perder a sus madres de manera violenta y prematura.
¿Cuál es el impacto de esta crisis? ¿Qué consecuencias sufren los niños y niñas víctimas de esta violencia de género? ¿Están registrados como víctimas indirectas de feminicidio? ¿Existen medidas de apoyo integrales en Coahuila que los ayuden a superar el trauma?
Estrella Cardona Belmares, titular de la Procuraduría para Niños, Niñas y la Familia (Pronnif) en la Región Laguna, informó que actualmente sí existe un padrón de víctimas indirectas de feminicidio en Coahuila, es decir, un registro de los hijos e hijas que quedaron huérfanos luego del acto violento.
Fue gracias al esfuerzo del colectivo Madres Poderosas, integrado por abuelitas que se quedaron a cargo de sus nietos luego de que sus madres fueran asesinadas, que se logró que en Coahuila, mediante un decreto publicado en el Diario Oficial, con fecha del 5 de abril del 2019, se otorgara un apoyo extraordinario a los niños, niñas y adolescentes víctimas indirectas de feminicidios ocurridos en Coahuila. En un inicio fueron 18 niños y niñas los beneficiados.
Se trata de un apoyo económico bimestral de 4 mil pesos por niño, además de la prestación de los servicios de salud con los que cuenta la Secretaría de Salud. Así como también la incorporación de las personas que ostenten su custodia a programas de la Secretaría de Inclusión y Desarrollo Social, para que accedan a los apoyos referidos a esas dependencias.
La institución encargada de velar el cumplimiento de lo antes señalado es precisamente Pronnif, que encabeza Cardona, quien señaló que el actual gobernador de Coahuila, Manolo Jiménez, decidió continuar con el decreto realizado en la administración de Riquelme, por lo que actualmente los hijos de mujeres víctimas de feminicidio siguen recibiendo el apoyo, aún así, mencionó Cardona, sobrepasen la mayoría de edad, siempre y cuando, según la última modificación del decreto, tengan entre 18 y 25 años, sean solteros y se encuentren estudiando a nivel medio superior o superior, en planteles oficiales o reconocidos y, por último, que el grado escolar que curse sea acorde a su edad.
¿CUÁNTOS HUÉRFANOS POR FEMINICIDIO CONTABILIZA COAHUILA?
La titular de Pronnif informó que actualmente el padrón de víctimas indirectas de feminicidio ocurrido en Coahuila contabiliza 145 niños, niñas y adolescentes. La región Laguna registra 68, siendo el número más alto de todo el Estado. Como dato extra, puntualizó que de esos 145, 11 ya son mayores de edad.
¿Cuál es el proceso para registrar a una víctima indirecta de feminicidio en este padrón?, se le preguntó a la subprocuradora, quien hizo énfasis en que, primero, el feminicidio tuvo que haber ocurrido en Coahuila. Es decir, la carpeta de investigación la tiene que llevar la Fiscalía del Estado. Lo anterior lo comentó, porque, expuso, existen casos en que los hijos están registrados en Coahuila, pero el feminicidio se cometió en Durango, y ante ese escenario, refirió, no se puede brindar el apoyo.
"El decreto es muy puntual en que el hecho tuvo que haber ocurrido en Coahuila. No se puede registrar a una víctima indirecta de feminicidio al padrón si el feminicidio se cometió en otro Estado".
Estrella Cardona explicó que los casos de huérfanos por feminicidio llegan al Pronnif, luego de que la Fiscalía de Coahuila abre una carpeta de investigación e informa cuántos hijos dejó la víctima. A partir de ahí la dependencia contacta a la familia y le informa sobre los apoyos a los que puede acceder.
Importante, primero, se ostente la custodia de los menores que, en la mayoría de los casos, señaló la titular de la dependencia, obtienen las abuelas maternas, quienes automáticamente pasan a ser las beneficiarias del apoyo y las encargadas de gestionarlo.
En ese sentido, también Pronnif brinda asistencia al otorgar a las familias un convenio administrativo de guardia y custodia, para luego canalizarlas a la defensoría jurídica con el objetivo de que realicen su trámite formalmente. Esto, porque existe la posibilidad de que la familia del feminicida, que por lo general es el papá de los niños, pelee la patria potestad.
Según información encontrada a través del Portal Nacional de Transparencia, del 2018 al 2023, la Fiscalía General del Estado de Coahuila contabilizó 110 feminicidios, por los cuales, 174 niños, niñas y adolescentes quedaron en condición de orfandad. Recordemos que el padrón con el que cuenta Pronnif tiene registrados 145 víctimas indirectas, lo que quiere decir que 29 infantes huérfanos de Coahuila no están recibiendo el apoyo.
Cabe mencionar que los números anteriores son sólo las cifras oficiales que no cuentan, por ejemplo, a los niños cuya muerte de su madre es tipificada como homicidio doloso, y no como feminicidio.
Los huérfanos por feminicidio suelen ser las víctimas olvidadas, los invisibles. Aunque el delito fue tipificado desde 2012, apenas hace tres años se expidió el Protocolo Nacional de Atención Integral a Niñas, Niños y Adolescentes en condición de orfandad por feminicidio, el cual llama a la intervención de las autoridades competentes de todo el país a tomar acción. Actualmente no hay seguimiento del mismo, y son pocos los estados que cuentan con programas de atención para niños y niñas en orfandad por feminicidio.
Otro punto importante es que no se localizó un padrón nacional sobre estas víctimas, es decir, no se sabe exactamente cuántos niños y niñas en México viven esta realidad.
¿Cuál es el impacto de esta crisis?, para contestar esa pregunta entrevisté a dos abuelitas que junto con sus nietos han enfrentado, primero, la muerte violenta de su ser querido, después la invisibilidad, y por último, el acceso a un apoyo integral digno. Aquí sus testimonios:
MI HIJA SUFRIÓ FEMINICIDIO UN 14 DE FEBRERO
Culturalmente la fecha se liga a celebrar el amor y la amistad, pero un 14 de febrero, de hace seis años, a Dalia Jazmín Orozco Martínez, su pareja le arrebató la vida. Desde entonces el feminicida está prófugo y la madre de ella, Imelda Martínez, busca justicia.
Tengo contacto con Imelda por medio de Madres Poderosas, el colectivo de abuelas de Torreón que logró, a través de peticiones hechas en reuniones con representantes del gobierno, que sus nietos y nietas fueran reconocidos como víctimas indirectas de feminicidio en Coahuila.
Antes de verme con ella, busco en Internet el caso de su hija; notas, reportajes y columnas de opinión retratan lo que sucedió aquel 14 de febrero en Rodeo, Durango, lugar al que acudió Dalia para pasar un fin de semana con su pareja y sus dos hijas, esto con motivo del Día del Amor y la Amistad. Con él, se puede leer, llevaba pocos meses de relación.
Leo algunos detalles, como que: Dalia dejó de comunicarse con su madre desde el 14 de febrero por la noche, que un día después Imelda recibió una llamada en la que le anunciaron con frialdad que su hija estaba muerta, que el cuerpo fue abandonado debajo de un puente en la comunidad conocida como El Casco y que presentaba impactos de bala. Que Cayetano Reyes Gallegos, el agresor, seguía prófugo.
No quiero que Imelda repita lo que antes incansablemente repitió a los medios y que de alguna manera se le abra la herida. La busco, más bien, para hablar de Camila y de Frida, las niñas que quedaron huérfanas y se convirtieron en las víctimas colaterales del feminicidio de su hija.
Imelda sabe de la invisibilidad que sufren sus nietas, pocos se preocupan, dice, de los hijos e hijas que se quedan. Ella desde hace seis años es la que vela por las niñas que ahora tienen 9 y 10 años de edad. Al llegar a la casa donde viven, me llama la atención un grupo de niños que juegan en el asfalto, entre ellas está una niña que va en patines, tiene cabello castaño y cola de caballo, hasta después sabré que se trata de Camila, una de las hijas de Dalia.
Imelda describe que a las dos les gusta andar en patines, jugar futbol. Incluso, ambas le han manifestado que quieren aprender Karate, cosa que no les ha podido cumplir debido a la falta de recursos.
De ellas, también expresa que les gusta mucho la escuela, que Camila es un poco tímida y Frida rebelde y protectora. La menor, dice Imelda, siempre trata de proteger a su hermana mayor. “Ambas son de corazón noble, compasivas, alegres. Rara vez muestran una sensación de enojo”.
Su caso es particular, porque, como se pudo leer, su madre fue asesinada en Durango, sin embargo, gracias a que su abuelita fue de las fundadoras del colectivo Madres Poderosas y una de las que militó para que las víctimas indirectas de feminicidio fueron tomadas en cuenta por el estado, ellas lograron acceder al apoyo extraordinario.
A primera vista son niñas felices, pero Imelda reconoce que ciertas fechas las estrujan y se vuelven tristes. Eran muy pequeñas cuando acompañaron a Dalia a Rodeo Durango y regresaron sin ella. En este caso, no fue el padre biológico el feminicida de su madre, sin embargo, me platica Imelda, él también violentaba a Dalia y siempre estuvo ausente en la vida de las niñas. Por eso ella asumió la custodia.
A su corta edad ya han tenido que pasar por cosas muy difíciles. Son parte del padrón de niños, niñas y adolescentes víctimas indirectas de feminicidios ocurridos en Coahuila, pero Camilia y Frida son más que un número, son dos vidas tratando de reponerse a la violencia feminicida.
Cuando tecleé el nombre de Dalia Jazmín Orozco Martínez en Google, saltó una foto en la que aparece Imelda tomada de la mano de sus nietas. Las tres visten prendas moradas y paliacates verdes, van en lo que parece ser una marcha. La más grande, Camila, carga una cruz rosa con el nombre pintado de su madre.
Ellas desde un principio supieron que un hombre mató a la mujer que les dio la vida, y de alguna manera su alma se volvió activista. Imelda trata de inculcarles a que nunca se callen, a que griten, defiendan sus derechos y sus vidas, así como a que continúen exigiendo justicia para Dalia, su madre. Junto con Imelda las niñas siguen en lucha, porque la orden de aprehensión contra Cayetano no está ejecutada. “Hay ficha roja. Según un informe de la Fiscalía hay colaboraciones entre los 32 estados, pero hasta ahorita no ha sido localizado”.
Tras el lamentable hecho, Imelda tuvo que asumir de nuevo el rol de madre, aunque sea la abuelita de Camila y de Frida, ella se hace cargo de su crianza. Es una abuela joven, tiene 48 años, pero carga con una tristeza enorme. Aunque también ella pudo acceder a terapia psicológica gratuita, decidió buscar alivio por otro lado, desde el activismo.
“Estuve en unos cursos de tanatología que me brindaron acá en Gómez, pero no me servía de nada. Salía peor de las terapias. Porque es terrible, yo sigo sufriendo. Los primeros años, ¡híjole! fueron terribles. No encuentras consuelo en ningún lado, por eso ya no quise ir. Firmé un papel que decía que yo no quería esa terapia. Las niñas sí continuaron, pero yo no, porque me sentía más cansada, más dolida”.
Dice que su terapia ahora es luchar por todos los niños y niñas que se quedan huérfanos después de que ocurre un feminicidio, porque expresa: “tienen derecho a una vida que su madre les pudo haber dado, una vida digna, una vida feliz. Nosotros tratamos de dárselas, pero les falta lo más importante, les falta su mamá”.
Aunque Imelda reconoce que existe voluntad en Coahuila para apoyar a las víctimas indirectas de feminicidio, en su percepción y experiencia, aún falta mucho por hacer.
El día que dejaron de ver a Ceci, también dejaron de ver a su papá
Para Edgar, Salvador y Cecilia el golpe fue doble. Hace 10 años su madre fue víctima de feminicidio, y por ello su padre cumple una condena de 50 años tras las rejas en Saltillo.
María Elena De la Fuente Cepeda es la abuelita que quedó a su cargo, ella, a comparación de Imelda sí tuvo que pelear por sus nietos.Nos citamos en el Bosque Urbano, el punto de reunión de las Madres Poderosas, el único colectivo de Torreón conformado por abuelitas que asumieron la custodia de sus nietos luego de que sus hijas fueran asesinadas por un hombre. Actualmente son 19 abuelitas y un abuelito los que conforman el grupo, este último se llama Don José, me cuenta María Elena que él se responsabilizó de sus nietos, luego de que la pareja de su hija la matara a ella y a su esposa atravesándolas con la misma bala.
Buscamos un lugar tranquilo para platicar. María Elena me dice que ahora sus nietos tienen 21, 17, y 16 años, y que cuando pasó el feminicidio de su hija Cecilia Eguía de la Fuente, en el 2014, ella se acababa de jubilar de Simas con una pensión “bajita”, que, pensó, sería suficiente para ella. La vida le cambió cuando su yerno, el hombre al que veía como a un hijo, le quitó la vida a la suya.
Desde entonces ha vivido en una lucha constante, primero para ganar la custodia de los niños, luego, para exigir justicia, y después para sacarlos adelante.
Cecilia tenía menos de un mes divorciada, cuando su ex esposo se convirtió en su feminicida. Ya tenía una orden de restricción al ser señalado de violento, ya no sólo con ella, sino también con su hijo mayor.
El contexto, María Elena lo resume a la frase “Si no eres mía, no eres de nadie”, porque cuando su hija quedó soltera, poco tiempo después, el 2 de octubre del 2014 desapareció. Luego de tres días la localizaron sin vida y expuesta en el ejido La Perla.
De sus nietos, expresa: “ese 2 de octubre dejaron de ver a Ceci y dejaron de ver a su papá”. Él estuvo preso sólo 9 meses, porque aunque confesó que la había matado y hasta cómo lo hizo, se retractó diciendo que había confesado bajo tortura, y por presuntas inconsistencias, el feminicida salió libre.
Fue hasta que su nieto mayor pronunció, tiempo después, que él había visto cómo su papá sacaba a su madre muerta, que se volvieron a reunir todas las pruebas. Y gracias a esa declaración, Edgar, su padre, fue sentenciado a 50 años de prisión.
“Desde que pasó hemos estado en terapias psicológicas. No te puedo decir que estemos bien, que todos los días estamos al 100, pero tratamos de disfrutar la vida”.
Edgar, Salvador y Cecilia, al igual que Camila y Frida, están registrados en el padrón de víctimas indirectas de feminicidio en Coahuila, pero más que eso, los cinco comparten la misma herida.
A sus nietos, dice María Elena les gusta jugar futbol, van bien en la escuela, “tal vez no son sobresalientes, pero le echan muchas ganas. Dicen que soy la mejor cocinera. Les gusta lo que les guiso porque se los hago con todo mi amor”.
En general los describe como buenas personas. Honestos, nobles, sencillos, buenos amigos y buenos seres humanos. No es más que la crianza que María Elena ha tenido que realizar aunque tenga su alma rota. Son sus nietos, dice, los que la impulsan a seguir luchando. Y ya no sólo por ellos, sino, a través de Madres Poderosas, por todos los niños y niñas que se quedan huérfanos luego de perder a su madre a causa de un feminicidio.
“Da mucha tristeza ver a los niños. Uno como abuelita no te acabas de recuperar de la muerte de una hija, que es lo más horrible que te puede suceder en esta vida, pero tienes que sobreponerte para empezar a hacer la función de mamá. Dejé el dolor a un lado para confortar el dolor de mis chiquitos. Se tiene que tener muchísimo amor por esas criaturas para poder sacarlos adelante, antes que a uno, antes que a todo. Sabes que ellos te necesitan más que nada en el mundo y que tienes que estar para ellos y hacerles su vida más agradable, para que tengan todo lo que tenían derecho con su mamá”.
María Elena identifica todavía muchas fallas en el sistema jurídico, y aunque, igual que Imelda, reconoce que el gobierno sí ha escuchado su causa, puntualizó que el apoyo extraordinario ya no les alcanza, porque, quizá, esos 4 mil pesos por niño cada dos meses, hace seis años, apenas los ayudaba, ahora se les va en nada.
Para ella es urgente que los huérfanos por feminicidio sea un tema obligado en la agenda política, ya no solo a nivel estado, sino también a nivel federal.