La presidenta electa Claudia Sheinbaum y los futuros funcionarios responsables en las secretarías de Hacienda, Energía y Medio Ambiente, tendrán que resolver durante la transición, cómo procederán con respecto a Pemex. Tendrán que considerar los múltiples desafíos vinculados con la principal empresa del país, despejar dudas persistentes y responder interrogantes difíciles, para arrancar con éxito una nueva administración federal y demostrar que serán capaces de sortear un año cómo el próximo, que la inmensa mayoría de los analistas nacionales e internacionales pronostican será particularmente complicado y difícil.
¿Aceptarán, tal cual, las reformas legislativas trazadas por el gobierno saliente para volver a hacer de Pemex y la CFE empresas paraestatales dominantes, bajo el control operativo de la Secretaría de Energía? ¿Mantendrán en los dichos las metas y objetivos trazados por AMLO, para modificar en los hechos, poco a poco, el rumbo seguido este sexenio? ¿Continuarán buscando autosuficiencia energética, autonomía en refinación y autoabastecimiento de petrolíferos, en aras de una "soberanía energética" -más retórica que efectiva- para proceder a corregir, paulatina y pragmáticamente, las directrices de la política energética y petrolera?
¿Asumirán los retos del futuro, la necesidad incuestionable de multiplicar esfuerzos para frenar el calentamiento global y avanzar decididamente hacia una efectiva transición energética? ¿O, por el contrario, harán suyos los retrocesos, creyendo poder reencauzar el pasado, doblando la apuesta del "rescate de la soberanía energética"? ¿Afrontarán, ya en funciones de gobierno, en el último minuto, la abultada deuda financiera de la empresa petrolera (105 mil millones de dólares) y con proveedores y contratistas (364 mil 814 millones de pesos), garantizándolas mediante su conversión en deuda pública, a pesar de los graves riesgos que pudiera implicar para el manejo de las finanzas públicas, en un escenario probable de menor crecimiento de la economía mexicana?
¿Seguirá siendo el gas natural el eslabón más débil en la generación de energía eléctrica, puesto que Pemex sólo puede producir el 42% y el resto tendrá necesariamente que importarse? ¿Hay bases creíbles, factuales, para asegurar que el país, efectivamente, podrá dejar de comprar en fecha próxima, gasolinas, turbosina y diésel en el extranjero, principalmente de EUA, habiendo importado en el primer semestre de este año 498 mil barriles diarios de combustibles? ¿Se impulsarán adicionalmente proyectos para aumentar la producción de energías renovables, como ha reiterado la presidenta electa?
Las posturas que adopten sobre las reformas constitucionales en materia de empresas estratégicas que AMLO busca dejar aprobadas, las decisiones que tomen sobre el manejo financiero y operativo de Pemex, sobre las cuantiosas transferencias financieras que seguirá requiriendo, estarán directamente vinculadas con el manejo de riesgos para el gasto corriente y el pago de intereses de la deuda del gobierno federal, y ejercerán enormes presiones sobre el espacio fiscal, teniendo la certeza que el gobierno entrante seguirá financiando y cumpliendo con una larga lista de compromisos de política social, incluidas promesas electorales de ampliar algunos.
En el corto plazo, Pemex tendrá que ponerse al corriente en el pago de los derechos de utilidad compartida (15 mil millones de pesos) que Hacienda concedió circunstancialmente se difiriera, los cuales no fueron cubiertos este semestre, habiendo reducido la presente administración, la tasa de este impuesto, el más importante, del 65 al 30%.
Los actuales funcionarios responsables afirman que, con la adquisición de la refinería Deer Park en Texas, la entrada en operación en septiembre de la nueva refinería en Dos Bocas, cuya máxima capacidad se alcanzará hasta fines de 2026 (falta completar el gaseoducto desde Tuxpan) y las inversiones hechas para rehabilitar las seis existentes: Salamanca, Cadereyta, Minatitlán, Madero, Salina Cruz y Tula, para disponer pronto de nuevas plantas coquizadoras en estas últimas dos viejas instalaciones, y la adquisición de una planta de hidrógeno en la de Madero, se podrá refinar todo lo que se extrae, se habrán recuperado capacidades en petroquímica y en producción de fertilizantes. Asimismo, vendrá a sumarse la inversión portuguesa por 1200 millones de dólares destinada a una nueva planta de fertilizantes en Veracruz, cuya construcción tomará 42 meses.
Otro de estos importantes desafíos gira alrededor del comercio energético entre México y Estados Unidos, con un valor estimado en 66 mil 500 millones de dólares. Las compras de Estados Unidos de crudo pesado mexicano alcanzaron el año pasado 733 mil barriles diarios en promedio. Si bien los volúmenes de exportación de crudo pesado aumentaron ligeramente, nuestro socio y vecino pagó menos por barril dada la disminución en las cotizaciones mundiales de petróleo. Se perfilan cambios importantes en los mercados petroleros internacionales, ya que el procesamiento de crudos pesados representa mayores costos y emisiones, habiendo diversos países y fuentes de aprovisionamiento. Hay recortes en la producción mundial que incluyen a México.
Las ventas de petróleo mexicano a Estados Unidos representaron el 81% del total de las transacciones energéticas de México en 2023, año en el que no hubo exportaciones de crudo estadounidense a nuestro país. Somos el mayor mercado de exportación de productos derivados del petróleo desde Estados Unidos, sobre todo si se suman las exportaciones de gasolinas, diésel, gas licuado, turbosina y propano.
El gobierno entrante tendrá que reevaluar cuidadosamente las estrategias de producción y financiamiento de Pemex para asegurar su sostenibilidad y rentabilidad de largo plazo; encontrar nuevas formas para reducir gradualmente la dependencia y determinar cómo enfrentará la caída pronosticada en la producción petrolera mexicana si persiste en crecer rápidamente en campos terrestres y aguas someras, en detrimento de yacimientos más grandes en aguas profundas.
@JAlvarezFuentes