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Mauricio Meschoulam

Más allá del miedo nuclear

MAURICIO MESCHOULAM

A partir de la decisión de Biden de autorizar a Kiev a usar misiles balísticos estadounidenses para atacar a Rusia en su territorio, ha sucedido una serie de efectos que naturalmente preocupan. Rusia, como se esperaba, consideró la decisión de Biden como una medida escalatoria. Ya Moscú había anunciado que, si EUA daba ese paso, el Kremlin valoraría a terceros países que armaran a Ucrania como partes beligerantes y que modificaría su doctrina nuclear para reducir las condiciones que ameritarían una represalia atómica por parte de Rusia. ¿En dónde vemos los mayores riesgos?

En teoría, la probabilidad de una guerra nuclear de gran escala es enormemente baja, pues cualquier cálculo racional disuade a los actores de lanzar un primer ataque atómico; la represalia que ese actor sufriría a manos de otra potencia nuclear ocasionaría daños tan catastróficos en el país atacante, que el resultado sería inaceptable. Si la lógica que mueve a cualquier guerra está en ganarla, el sufrir un daño de esa magnitud pierde el sentido de iniciarla.

El riesgo estaría en la posibilidad de que Rusia valorara que sí es posible lanzar un primer ataque sobre un país no nuclear -como Ucrania- estimando que los miembros de la OTAN no se aventurarían a responder nuclearmente contra Rusia por el temor a una represalia contra ellos por parte de Moscú. Menos aún si Rusia atacara a tropas ucranianas empleando bombas nucleares tácticas con una potencia relativamente menor.

Esta racionalidad, sin embargo, ha sido desestimada a lo largo del último par de años. Hay tres realidades a considerar. Primero: las ventajas tácticas de lanzar una bomba nuclear de esta naturaleza son limitadas. Segundo: los costos para Rusia podrían salirse de las manos. Tercero, Rusia cuenta con muchas otras herramientas para ir consiguiendo sus metas de largo plazo sin tener que correr ese tipo de riesgos.

Además de todo eso, ya viene Trump y su llegada podría ofrecer condiciones estratégicas mucho más favorables para Rusia hacia el largo plazo.

Sin embargo, todo lo anterior asume que el ser humano, y en particular alguien como Putin, siempre toma decisiones a partir de consideraciones racionales. Esto ha sido ya cuestionado desde la neurología y la psicología, hasta la economía del comportamiento. Así que un riesgo que no puede descartarse está en suponer que solo la racionalidad moverá las decisiones.

Aún así, hay que entender que, como dije arriba, alguien como Putin tiene muchísimas otras herramientas a su disposición antes de escalar hacia el uso de armas nucleares, empezando por la guerra de nervios al usar la retórica nuclear, tácticas de guerra híbrida o escalar mediante ataques más profundos y usando armas más sofisticadas como ya está sucediendo.

Pero quizás en el fondo, el riesgo mayor y más palpable es el siguiente: Entre más días pasan, tanto los estados involucrados directa o indirectamente, como otros países que observan con detalle lo que ahí acontece todos los días, se convencen de que el sistema de leyes internacionales y arreglos institucionales que el mundo construyó después de la Segunda Guerra Mundial, son incapaces de resolver controversias y garantizar la seguridad. El gran peligro de ello está en el crecimiento de la concepción de que solo la fuerza asegura el que otros países se contengan de conductas disruptivas del orden global.

Esta serie de factores combinados es la que activa espirales que se pueden salir de las manos. Incluso asumiendo que los actores sí se comportan todo el tiempo de manera racional, quedan rebasados por la dinámica de aprendiz de brujo -fenómenos activados por esos actores, pero que crecen hasta volverse incontrolables.

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