Esta es la crónica de la transformación de 43 huevecillos de mariposas monarca en la Ciudad de México, entre el 18 de septiembre y 22 de diciembre de 2024.
La mariposa monarca se originó hace dos millones de años en el norte de México o sur de Estados Unidos y se dispersó a prácticamente todo el planeta. La mayor parte de la especie se distribuye en dos poblaciones migratorias reproductoras en Norteamérica. Una tiene sólo dos millones de mariposas y recorre 500 km desde las Montañas Rocosas a la costa de California y Baja California. La otra tiene centenares de millones de mariposas que vuelan 4000 km desde Canadá y Estados Unidos hasta los lugares de hibernación en México.
Las mariposas que hibernan en México emigran al norte y se reproducen en Texas y estados del norte y el este. Sus crías se desplazan a EUA y Canadá, y tienen dos o tres generaciones más. En agosto la mayoría de los adultos migran a México y permanecen hasta primavera, en febrero y marzo se aparean y recolonizan sus zonas de reproducción en EUA. Las hembras ovipositan en los algodoncillos mientras migran, desde finales de febrero hasta abril.
La población migratoria ha disminuido drásticamente. El año pasado tuvo el segundo nivel más bajo de los últimos 30 años en los sitios de hibernación, debido al glifosato (que mata los algodoncillos de los que sus larvas se alimentan en EU y Canadá), la tala ilegal en México y el cambio climático global.
La terraza es un ecosistema familiar en la Ciudad de México, a 2440 metros sobre el nivel del mar, en donde los algodoncillos conviven con pinos, encinos y oyameles nacidos en la región monarca, y con otras 69 especies de plantas. Los algodoncillos descienden de una planta de las Cañadas de Nanchititla que nos regaló el abuelo hace una década. El 18 de septiembre, dos mariposas depositaron 43 huevecillos en los algodoncillos. Durante 81 días observé y tomé notas de su asombrosa transformación, incluyendo más de 4000 fotografías y 220 videos con un teléfono celular.
El 30 de septiembre nacieron las primeras orugas. Quince especies de mariposas y polillas las acompañaron durante su desarrollo, pues el algodoncillo es fuente rica de néctar para muchos polinizadores. Contiene sustancias tóxicas que las orugas de la monarca acumulan para evitar ser comidas, y su coloración llamativa se lo advierte a los depredadores. De hecho, ninguna de las 51 especies de aves que visitaron la terraza y sus alrededores las atacó.
Las orugas comen día y noche y crecen con rapidez. Con base en registros fotográficos, el 25 de octubre identifiqué 43 orugas diferentes. Durante 31 días, las orugas devoraron hojas, folículos, tallos, cimas y flores del algodoncillo. Diez murieron por causas desconocidas, otras se transformaron en crisálidas en la terraza o cerca de ella, y las demás seguramente lo hicieron en el bosque cercano, aunque no sé cuántas sobrevivieron.
Entre el 31 de octubre y el 4 de diciembre localicé 14 crisálidas; el 19 de diciembre una más. Hasta el 22 de diciembre nueve murieron infectadas por moscas parásitas, virus, bacterias o protozoarios. Sobrevivieron 7 mariposas (incluyendo una que encontré ya desarrollada) -4 hembras y 3 machos- que volaron libres entre finales de noviembre y principios de diciembre. Sospecho que no pertenecen a la población migrante norteamericana y que se reproducen todo el año en México. Por dos razones: arribaron tres meses antes y su metamorfosis duró 20 días más que en las mariposas migratorias. De hecho, hay poblaciones no migratorias en por lo menos 10 estados mexicanos.
Pero hoy no tengo tiempo para preocuparme por eso. Debo prepararme para recibir a las mariposas migratorias que en cualquier momento llegarán a esta guardería de lepidópteros en que se convirtió la terraza familiar. Llegarán como sólo podría imaginarlo Ray Bradbury (Crónicas Marcianas 1950): "A la luz de las lunas, como pétalos metálicos de flor antigua, como silenciosas mariposas de cobalto, las viejas naves se deslizaron y las máscaras brillaron hasta que el último reflejo se perdió entre las colinas".