Privilegio y satisfacción fue haber tratado al doctor Sergio García Ramírez, jurista de excepción, funcionario de grandes méritos, persona de noble calidad humana.
Con él compartí una alta distinción: la de ser nombrado Maestro Ad Vitam de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Coahuila, mi Alma Mater. El plantel se benefició con las conferencias y los textos de aquel sabio profesor. De ahí nació una amistad que dio lugar a gratas reuniones con otros amigos, en las cuales se hablaba de variados temas, incluso de Derecho.
El doctor García Ramírez estuvo cerca de ser Presidente de la República. Habría sido un magnífico mandatario por su honestidad, su talento y su amor a México. La política, sin embargo, es veleidosa, y los hados no lo favorecieron. Volvió a su cátedra, y prestigió a la UNAM con sus tareas de maestro y de investigador.
Siempre lo recordaremos por su saber y su bondad. En medio de la tristeza de su partida sus seres queridos deben estar orgullosos. Hemos perdido a un gran mexicano, pero no perderemos nunca la riqueza de su legado y de su ejemplo.
¡Hasta mañana!...