ME DICE ESTE AMIGO MÍO:
-No creo en los milagros. Rompen el orden natural del universo.
Yo le digo que el orden natural del universo es un milagro, pero ese argumento no rompe su incredulidad.
Yo, debo confesarlo, no creo en los milagros espectaculares; por ejemplo ése de hacer que se detenga el Sol, o el otro de partir en dos el mar. Creo, sí, en los milagros pequeños, que a mi modo de ver son los más grandes: el nacimiento de un niño; el vuelo de una mariposa; el amor de dos que se aman.
Ayer, como hago siempre el primer día de cada mes, encendí una vela en la sala de mi casa. Su luz me recuerda tres milagros: el de la casa, el del vestido, el del sustento. No sé de dónde me vienen esas bendiciones. Algún pragmatista dirá que de mi trabajo. Pero también mi trabajo es un milagro.
Estamos rodeados de milagros que ni siquiera vemos. De hecho cada uno de nosotros es un milagro.
Pidamos el milagro de aprender a mirar los milagros.