El Señor hizo los cielos y la tierra.
En teoría los cielos eran para él; la tierra para los hombres. Al paso de los siglos, sin embargo, las cosas se complicaron. Los astrónomos, los teólogos y los astronautas se metieron con el cielo, y el Señor y su competencia empezaron a intervenir en los asuntos de la tierra.
Ya no se sabe ahora a ciencia cierta qué corresponde a la tierra y qué a los cielos. De ahí la confusión reinante en el mundo; de ahí la basura cósmica, chatarra de satélites y artefactos espaciales que el hombre ha puesto en las alturas.
Habría que dar al hombre lo que es del hombre y a Dios lo que es de Dios.
El problema es que ambos van a querer la mitad mayor.
¡Hasta mañana!...