En estos días de calor la tertulia en la casa del Potrero no se hace en la cocina, sino en la sala, con el doble postigo de la venta abierto pa-ra que entre lo fresco de la noche. Doña Rosa habla de don Abundio, su marido:
-Cuando lo del huracán Gilberto las aguas se llevaron una docena de nogalitos que había plantado, y se le ahogaron el burro y un marrano bien cebado. Se daba a todos los diablos, maldecía, y hasta quería llorar. Pero llegó el hijo del compadre Erasto y nos contó que a su papá se le habían muerto tres caballos finos, dos mulas y seis vacas, y que su huerta de duraznos había desaparecido toda.
“Vaya -suspiró Abundio-. Entonces la cosa no estuvo tan mal”. Todos reímos, pero el viejo se atufa. Masculla con enojo:-Vieja habladora.Doña Rosa forma con índice y pulgar el signo de la cruz, se lo lleva a los labios y jura:
-Por ésta.
¡Hasta mañana!...