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ARMANDO FUENTES AGUIRRE (CATÓN)

José Vasconcelos se llamaba, igual que el gran oaxaqueño que mereció el título de "Maestro de América".

Este otro José Vasconcelos es más conocido por su mote: "El negrito poeta". Popular personaje en tiempos de la Colonia mexicana, fue ingenioso repentista, galano improvisador de versos. En cierta ocasión un tal Martín le ofreció un premio si hacía una rima con la palabra "patio", a condición de que no fuera ninguna de sus derivadas. Bien sabía que esa palabra no tiene ninguna que con ella rime, o sea ninguna consonante. Sin vacilar recitó el Negrito Poeta:

El que no sabe latín

por Horacio dice Horatio.

Es consonante de "patio".

Dame mi premio, Martín.

La palabra es lo que distingue a la criatura humana de todas las demás que pueblan la redondez del mundo. Y sin embargo las palabras son tan generosas que nos permiten jugar con ellas. Lo que no debemos hacer es usarlas para mentir o calumniar. Eso equivale a desvirtuarlas, a prostituirlas. Toda palabra debería ser de honor. Hacer mal uso de las palabras es lo mismo que hacer mal uso de nuestra humanidad.

No es cierto que a las palabras se las lleva el viento. Si se las llevara no existirían "La Ilíada" y "La Odisea". Si se las llevara no existiríamos nosotros.

EL MÉXICO DE FANNY

En 1836 España reconoció la independencia de México y en diciembre de 1839 llegó el primer Ministro Plenipotenciario Ángel Calderón de la Barca y su esposa, la escocesa Frances Erskini Inglis -conocida como Fanny y posteriormente como Marquesa Calderón de la Barca-, quien escribió "La vida en México durante una residencia de dos años en ese país". La primera edición se imprimió en Boston en 1843 y fue traducida al español hasta 1920.

La obra consiste en 54 cartas escritas a su familia, y está enmarcada en la llamada "literatura de viajes". No fue bien recibida como la mayoría de las obras escritas por los viajeros extranjeros, y se le consideró extravagante e insultante. Actualmente se utiliza como fuente historiográfica alrededor de la historia cultural y de la vida cotidiana en México por la narrativa distinta de los relatos oficiales -de trama heroica y nacionalista- que nos permite conocer hechos, costumbres y mentalidades de los años de la primera República; Fanny posee una gran capacidad de observación y una calidad de escritura, además de prosa amena y conocedora por la posición política de su esposo, lo que le permitió viajar e internarse en los distintos escenarios culturales y religiosos de la época así como enterarse de primera mano de los sucesos nacionales y políticos sucedidos entre 1840 y 1842.

La situación etnográfica en la que se encontró y su estilo cronológico permitió que costumbres y acontecimientos quedaran estampados en los relatos de sus cartas; en la carta IV escribió mordazmente sobre los zopilotes de Veracruz, "No son republicanos ni parecen inclinados a declarar su independencia, pues que tienen reyes, a los que, según se dice, profesan gran respeto, tanto, que, si uno de la real especie descubre algún cuerpo muerto al mismo tiempo que un zopilote plebeyo, este último aguarda humildemente hasta que el soberano haya devorado su parte, y antes no se atreve ni a acercarse", así como del santo lapidado al que las muchachas que querían casarse le tiraban una piedra y como la suerte dependía de la manera en la que lo apedreaban, el Santo se encontraba en condiciones lamentables.

En la carta IX cuenta una anécdota que le contó La Güera Rodríguez sobre una dama prominente que fue enterrada con el mejor vestido que la difunta había llevado en vida, posteriormente en una función ofrecida por unos bailarines franceses cuando la primera bailarina hizo su entrada causó un gran estupor al estar ataviada con el mismo vestido, lo había adquirido con una modista que se lo compró al sacristán y desde entonces se volvió costumbre vestir a los muertos con magníficas ropas sólo cuando están de cuerpo presente para luego sustituirlas por otras sencillas antes de enterrarlos.

Escribe también sobre la etiqueta y los modales de los mexicanos que describe como amables en extremo: "¿Cómo está usted? ¿Está usted bien?», «Para servirla. ¿Y usted?» así como la frase «Está a la disposición de usted», que desconcierta a los extranjeros quiénes se quejan de la falta de sinceridad de los mexicanos, solo nosotros sabemos que lo decimos por cortesía.

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