Otro hombre dedicó toda su vida a hacer una catedral.
Murieron los dos el mismo día. Tanto mueren los que lavan platos como los que construyen catedrales.
Ambos se presentaron a juicio ante el supremo tribunal. El lavaplatos fue absuelto; el que hizo la catedral fue condenado.
-¿Por qué? -preguntó con voz en la que había cólera y soberbia.
Le explicaron:
-Porque este hombre puso lo mejor de sí en la tarea de lavar los platos, y tú no pusiste lo mejor de ti en la tarea de construir la catedral.