VARIACIONES OPUS 33 SOBRE EL TEMA DE DON JUAN
Don Juan, caballeroso, le ofreció en el templo el agua bendita a una dama. Viejo él, anciana ella, la reconoció. No por el rostro, sino por el roce de los dedos en su mano. Las caricias de una mujer nunca se olvidan, y aquel ligero toque lo hizo evocar las noches de pasados días.
Una inmensa riqueza posee el caballero sevillano: sus recuerdos. Los desgrana como las cuentas de un rosario; dice en el pensamiento las amorosas letanías que recitó al oído de una hermosa: "Te adoro, vida mía"; "Soy tuyo para siempre"; "Jamás te dejaré".
Ahora está sin compañía. No se equivocaba el abad del convento de Santiago cuando le advirtió que el hombre que tiene muchas mujeres acaba por no tener ninguna. Pero no está solo en su soledad. Le basta cerrar los ojos para que acuda a él una memoria. Don Juan vivió para recordar. Ahora recuerda para vivir. En la penumbra de su habitación sonríe. La dama a la que en el templo le ofreció el agua bendita le ofreció a él en otro tiempo la bendita agua del amor.