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EN MI CIUDAD HABÍA DECLAMADORES.

Peor aún: había oradores.

Estabas pacíficamente, sin meterte con nadie, bebiendo tu copa en alguna de las insignes cantinas saltilleras -la Alsacia y Lorena; el Salón Lontananza; la del Águila Viva- y se plantaba de pronto ante tu mesa un individuo flaco, pálido y desmelenado que sin decir agua va te espetaba un lacrimógeno poema. Al terminar el lloro te informaba haciéndote una reverencia: "Son 10 pesos". El asunto se resolvía con un tostón, pero no te librabas nunca de esa plaga.

En cuanto a los oradores los había de concurso -fui uno de ellos, lo digo con remordimiento- y del PRI -no fui uno de ellos, lo digo con orgullo-. Siempre empezaban su discurso declarando con encomiable sinceridad: "No soy Demóstenes" ("Sí has de ser, cabrón -le gritó a uno cierto pelado-, lo que pasa es que te haces pendejo"-), y luego desgranaban su infinito catálogo de lugares comunes y frases más o menos hechas.

Como la peste negra, el cólera y otras calamidades que afligieron a la humanidad doliente, los oradores y los declamadores a la vieja usanza han desaparecido, Deo gratias. No todo tiempo pasado fue mejor.

LOS 'OTROS' EFECTOS DE LA DESAPARICIÓN FORZADA

El 22 de junio se llevó a cabo en Ibero Torreón una reunión entre los colectivos de buscadoras de la región con representantes de Amnistía Internacional. El propósito fue recopilar información sobre los daños, afectaciones y violencias que sufren cuando realizan este quehacer.

Durante la aplicación de la encuesta, tuve oportunidad de charlar con algunas de ellas sobre diversos temas, uno que llamó mi atención tiene que ver con el impacto integral que ha tenido el actuar estatal (insuficiente) y la búsqueda colectiva que desarrollan, en la vida de las buscadoras. Sobre esto, les comparto algunas ideas-fragmentos que ellas expresaron.

1.- El Estado mexicano no ofrece respuestas.

Sólo desalienta mediante la revictimización, la omisión y la falta de voluntad (¿o recursos?) para lograr resultados sensatos en cada uno de los casos. Incluso cuando una parte importante de las averiguaciones y evidencias son aportadas por ellas.

Sólo miente al integrar personas desaparecidas en el padrón de gente vacunada por Covid-19. ¿Buscarán disminuir el registro?

Sólo disuade mediante beneficios sociales presuntamente otorgados a la persona desaparecida. Lo cual coloca en un dilema a la buscadora, quien debe decidir si aceptar el recurso (por necesidad económica) o no, pues hacerlo implicaría reconocer oficialmente que su ser queride no está desaparecide.

Sólo violenta mediante agresiones físicas y amenazas por parte de corporaciones policiales, como sucedió en el 2023 con Silvia Ortiz; pero también les vigila y les amedrenta a través de llamadas telefónicas.

2.- Un problema que contiene otros problemas.

Algunas buscadoras dejaron sus empleos para buscar a su ser queride, lo que ahora las enfrenta al problema de obtener ingresos que sean compatibles con su labor de búsqueda, pero también suficientes para la manutención del hogar (que muchas veces incluye renta de casa), a veces acompañadas de su pareja en otras no.

Otras viven envueltas en una vorágine de emociones donde destaca el llanto, la tristeza y el enojo, ante qué: el Estado, la injusticia, la lista es larga. Esto ha coadyuvado al desarrollo de desencuentros familiares y problemáticas vinculadas con la crianza de sus hijes y les hijes de la persona desaparecida.

Además, este estilo de vida y el pasar del tiempo cobran factura. Surgen los malestares y enfermedades que implican gastos de atención, así como la suspensión temporal o definitiva de su participación en las labores de búsqueda. Esto impacta directamente en la esperanza de encontrarles.

A otras la muerte les encontró sin haber localizado a sus familiares.

La desaparición forzada desencadena una serie de problemáticas vinculadas con el actuar del Estado y el establecimiento de la búsqueda colectiva, que impacta en diversas dimensiones de la vida de las buscadoras.

Al final de cuentas. Lo único que tienen claro, es que son ellas y no el Estado mexicano, quienes encontrarán a todes.

¡Hasta encontrarles!

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