Las sobremesas en la cocina campirana de Ábrego son tan sabrosas como las viandas que en ella se disfrutan. Ayer, tras dar muy buena cuenta de un asado de bodas -así se llama por acá el de puerco- y un rico postre de requesón con miel oscura de maguey, escuchamos la narración de uno más de los hechos de don Abundio. Lo relató doña Rosa, su mujer:
-Un coyote andaba merodeando cerca del rancho, y Abundio salió a cazarlo con su rifle Mendoza, una carabina vieja de calibre 22. Le tiró un balazo y no le acertó. El coyote corrió un poco y luego se detuvo, como retándolo. Le disparó otra vez Abundio, y tampoco le atinó. De nuevo corrió el coyote, y nuevamente el cazador volvió a fallar el tiro. Eso se repitió varias veces. Comentó el compadre Juan:
-No lo va a cazar, pero de seguro lo va a sacar del Estado.
Todos reímos, menos don Abundio. Dice por lo bajo:
-Vieja habladora.
Doña Rosa forma con índice y pulgar el signo de la cruz, se lo lleva a los labios y jura:
-Por ésta.
¡Hasta mañana!...