LLEGO A EL QUELITE, UN PEQUEÑO PUEBLO CERCANO A MAZATLÁN.
Gran comilón he sido siempre. El buen Dios me dotó de un estómago capaz de digerir hasta los comistrajos que ofrecen las cadenas de comida rápida. "Panza de músico" se decía antes, pues los filarmónicos debían comer los peores condumios y a horas desusadas, y aun así resistir tales maltratos.
Había yo oído ponderar las excelencias de un restorán en El Quelite llamado "El Mesón de los Laureanos". Ninguna publicidad mejor que la que hace un cliente agradecido. Lo que me dijeron del establecimiento resultó sobradamente cierto. El almuerzo que mis hijos y yo disfrutamos ahí es como para guardarse en la memoria. Ambiente grato, esmerada atención, viandas riquísimas. En mi Guía Michelin "El Mesón de los Laureanos" tiene 100 estrellas.
Y otra cosa buena. A la entrada del restorán hay un letrero admonitorio: "El cigarro cuesta, apesta y molesta". Con perdón de mis amigos fumadores, rima tan cierta como ésa será difícil leer en los anales de la poesía universal.