LLEGÓ SIN AVISAR Y DIJO:
-Soy el número uno.
Siempre he recelado de quienes dicen ser el número uno. El solo hecho de decirlo ya los descalifica para ser el número uno. Quienes en verdad lo son jamás lo proclaman: sus méritos lo manifiestan. Le pregunté:
-¿Cuál de todos los números uno es usted? Porque han venido muchos que afirman ser el número uno.
-No lo son -respondió el que decía ser el número uno-. Nada más hay un número uno, y soy yo.
-Muy bien -acepté-. Lo anotaré en mi lista de números uno. Es usted el número 1142.
-Perfecto -admitió él-. Pero póngame en primer lugar.
Ya no quise discutir. Es muy difícil llegar a un acuerdo con los que se creen el número uno.