Hermosas son las montañas del paraje conocido como la Huasteca, cercano a Monterrey.
Alguna vez las contempló Manuel José Othón, y las llamó en arrebato lirico "montañas épicas".
Yo las miro y veo en ellas la majestad de la naturaleza, trasunto de ese misterio al que llamamos Dios. Toda duda sobre su existencia debería desaparecer a la vista de una montaña, de un bosque, del mar. O de una brizna de hierba.
Bien sé que nada sabemos acerca del principio de las cosas, ni de su final. Todo lo que se diga acerca de esos temas será especulación, adivinanza. Pero siempre intuiremos que hay algo que estaba ahí antes de que estuviera el universo.
La ciencia no tiene explicación para ese enigma.
En cambio la fe lo explica todo.
De lo único que deberíamos dudar es de la duda.
¡Hasta mañana!...