Este amigo con el que tomo la copa -varias- los martes por la noche suele hacer afirmaciones que me escandalizarían de no ser porque el buen vino pone en mí un espíritu conciliatorio.
Anoche, por ejemplo, declaró:
-El día del Juicio Final el Señor va a estar muy ocupado. Tendrá que irnos juzgando uno por uno, y somos bastantitos. Nuestros pecados serán conocidos por todos. Yo sentiré vergüenza de que los sepa mi familia, por eso procuraré ponerme atrás de un tipo grande y gordo, a fin de sustraerme a la mirada del Supremo Juez y ver si así me escapo de su juicio.
Lo interrumpo:
-Confía en la misericordia del Señor.
Responde:
-He oído decir que el hombre está hecho a imagen y semejanza suya, y eso no me inspira mucha confianza.
Guardo silencio, yo que nunca guardo nada. Y es que con los años he aprendido que las discusiones sobre religión suelen ser poco religiosas. Mejor bebo en silencio. Es una buena forma de beber.