En el salón de actos del templo de San Juan Nepomuceno, iglesia jesuita en mi ciudad, había una pintura de grandes proporciones que representaba la salida de las tres carabelas de Colón del Puerto de Palos, en presencia de la reina Isabel la Católica.
El gran cuadro fue realizado por el Hermano Frías, discípulo del notable pintor Gonzalo Carrasco, sacerdote de Loyola. En nuestra familia se contaba que mi padre, escolar del Colegio de San Juan, sirvió de modelo para el niño que en el muelle miraba con admiración la partida de las naves.
No sé a dónde fue a parar esa pintura. Ignoro también qué fue del 12 de octubre, fecha en la cual se festejaba el descubrimiento de América. En la escuela cantábamos un desafinado coro: "Cristóbal Colón, marido que no ve", cuando debíamos cantar: "Cristóbal Colón, marino genovés".
La celebración fue suprimida por obra de un obtuso indigenismo que exige disculpas por los agravios hechos a los indígenas de ayer y no se cuida de remediar las injusticias de que son víctima los indígenas de hoy. Aun así yo guardo todavía infantil admiración al audaz navegante que consumó una de las mayores hazañas náuticas de todos los tiempos.
"Cristóbal Colón, marino genovés.".