El incrédulo le pidió a San Virila que hiciera algún milagro para poder creer.
A San Virila no le gusta hacer milagros. Sabe bien que todos ya están hechos, o en vía de realización. Así, preguntó al hombre:
-¿Tienes hijos?
-Sí, -respondió el escéptico-. Tengo cuatro.
-Pues cuatro milagros tienes en tu casa -dijo el santo-. Si con cuatro milagros tan cercanos a ti no eres capaz de tener fe, ningún milagro que yo haga te hará jamás creer.
Así dijo Virila, y se alejó luego con tristeza. Le dolían aquellos pobres hombres rodeados por todas partes de milagros y que no saben verlos.