A veces pienso que el otoño lo hizo Dios para mostrar que es mejor pintor que Van Gogh.
Desde el ventanal de la casa del Potrero veo el huerto y me parece que estoy mirando un paisaje impresionista.
Leo el libro de la naturaleza -el único libro sagrado es ése para mí- y aprendo que la vida y la muerte son la misma cosa. Las hojas caídas de los árboles enriquecerán la tierra que nutre a los árboles nuevos, del mismo modo que nos enriquece a nosotros la vida de los hombres que vivieron antes.
A este otoño dorado seguirá un invierno blanco, y después una primavera hecha de hierba verde y coloridas flores campesinas. Luego vendrá un verano de fruta y mieses, y en seguida de nuevo el otoño. Y así una y otra y otra vez.
Ésa es la vida.
La eterna vida.
La vida eterna.
¡Hasta mañana!...