Anoche entró la noche a mi cuarto en la casa del Potrero.
Es buena amiga mía la noche. Me protege de las sombras del día. Su oscuridad me trae recuerdos que con la luz se hacen olvidos.
El sueño viene a mí lleno de sueños. En ellos los queridos muertos vuelven a vivir. La amada eterna nunca ha tenido muerte, y las tinieblas nocturnas se disipan ante ella, que siempre fue la luz.
Cuando no se ve nada veo mejor. La vida se me aparece como cuando era vida. No pienso, porque a mis años pensar mucho se vuelve peligroso. Eso de pensar es ejercicio propio de filósofos, oficio al que siempre le he temido. Prefiero recordar, lo cual es volver a saber lo ya sabido. A lo hecho pecho, o sea corazón. Pensar es mirar hacia el futuro, y al futuro le tengo miedo, aunque ya no estoy en él.
Venga la noche. Para mí no es temor, sino promesa. Ante ella cerraré los ojos para abrirlos bien, y emprenderé el viaje. En el camino hallaré a alguien a quien no conozco: yo.
¡Hasta mañana!...