Este amigo mío con el que tomo la copa -varias- los martes por la noche me preguntó ayer si creo en el más allá.
Le pregunté (el vino todavía no me aclaraba la razón):
-En el más allá ¿de qué?
-De la muerte, por supuesto -me aclaró él.
Le dije:
-Acerca de la muerte no sé nada, y de la vida poco. Pregúntame de cosas que tengan menos realidad. De poesía, por ejemplo. O de teología.
-Ambas son hermosas mentiras -aseguró mi amigo-, aunque a los teólogos les va mejor que a los poetas. Seguramente ambos nos reprenderían por beber este vino, pues se dice que en él reside la verdad.
-Y en la cerveza la mitad -añadí.
Quedamos en silencio. No teníamos ya más qué decir. Me sentí bien. Sabes que un amigo es tu amigo no cuando puedes hablar con él, sino cuando puedes callar con él.