En el Potrero las noches empiezan a ser frías. Así, hemos puesto más leña en el fogón de la cocina.
Es leña de manzano, y el aroma perfuma la sobremesa tras de la cena en la casona antigua.
Don Abundio, el viejo cuidador del rancho, habla de cuando él y doña Rosa, su mujer, eran muchachos.
-Fue vestida de negro al baile del Sábado de Gloria, porque hacía seis meses se le había muerto un primo.
Yo la nombré, quiero decir que le pedí que bailara conmigo. Le dije:
-Concédame esta polka, señorita.
Me contestó:
-Espérese a que toquen un chotis o un vals, que son más despacitos, porque tengo luto.
Reímos todos, menos doña Rosa que se atufa. Masculla con enojo:
-Viejo hablador.
Don Abundio figura con índice y pulgar el signo de la cruz, se lo lleva a los labios y jura:
-Por ésta.
¡Hasta mañana!...