Ya se acerca el invierno. El otoño ha cumplido su deber de hacer paisajes impresionistas de los huertos. En la cocina la sobremesa después de la cena se alarga al calor de la taza de té de yerbanís, y al más cálido calor de una copa de mezcal.
Doña Rosa narra una de las ocurrencias de su esposo, don Abundio.
-Le dijo a Pedro Gáuna: “Le iba a regalar una gallina, compadrito, para que mi comadre se la hiciera en mole el día de su cumpleaños, pero en eso se alivió la gallina.
Reímos todos, menos don Abundio. Él masculla con enojo:
-Vieja habladora. Doña Rosa figura con índice y pulgar el signo de la cruz, se lo lleva a los labios y jura:
-Por ésta.
¡Hasta mañana!...