Paganini es el mejor instrumentista que jamás haya existido, no sólo del violín, sino de cualquier otro instrumento. Nació en 1782 en Génova, Italia, ciudad de contrastes. Ahí estaba lo más fino y lo más vulgar, lo más sublime y lo más horrible, el orden y el caos… y todo ello se encontraba en Paganini.
En su niñez sufrió importantes carencias. Su padre, tan mal comerciante como violinista, fue quien le diera las primeras lecciones de mandolina, guitarra y violín. Se cuenta que, en sueños, un ángel se le apareció a su madre para avisarle que su hijo Niccolo sería un gran violinista. Al enterarse de esto, su padre lo obligó a estudiar al menos 10 horas diarias.
Cuando creció, Paganini se convirtió en un ser cadavérico, de ojos negros, cabello largo y oscuro, nariz prominente y tez blanca, aunque con el tiempo adquiriría un tinte gris plateado debido a los tratamientos de mercurio para curar su sífilis. Este tratamiento también le generó la pérdida de dientes, lo que le daría una imagen monstruosa y grotesca. Padecía, además, aranodactilia contractural congénita, un trastorno hereditario que afecta las fibras que sostienen y sujetan los órganos y otras estructuras del cuerpo. Por ello tenía piernas, brazos y dedos desproporcionadamente largos y con una flexibilidad inusual.
A pesar de haber llegado a amasar grandes sumas de dinero por sus presentaciones, solía vestir de negro, pero desaliñado y deshilachado. Era un jugador empedernido, al grado de llegar a apostar su preciado violín Guarnerius. Sudaba mucho y era muy feo y descuidado, sin embargo, llegó a ser el artista más cotizado de su época, y cientos de mujeres se rendían a sus pies.
Paganini solía impresionar tocando en una sola cuerda. Curiosamente esto puede tener su origen en su conducta licenciosa y donjuanesca. Varias veces estuvo en prisión por problemas de faldas. Ahí, lo único que se le permitía era tocar su violín. Como se le iban reventando las cuerdas, la única opción que le quedaba era tocar en tres, dos, hasta que sólo le quedaba una cuerda donde practicar.
Otro hecho indica que siendo amante de Lucía Bonaparte, hermana del mismísimo Napoleón, le regaló una obra en dos cuerdas, haciendo alusión a dos amantes hablando de amor. En medio de aplausos, Elisa Bonaparte lo reta: "Si puedes con dos cuerdas… ¿por qué no tocas solo con una?". Categóricamente, Paganini respondió con su Sonata Napoleone para la cuerda de Sol, que por cierto se estrenó en una fiesta de cumpleaños del General.
En adelante, Paganini escribiría varias piezas, endiabladamente difíciles, para una sola cuerda. Su Opus I contempla los 24 Caprichos que son, desde entonces, y en definitiva, la obra más importante para el violín. En sus caprichos explora, encuentra y desarrolla un sinnúmero de posibilidades y recursos del instrumento. De hecho, "obliga" al violín a cantar como flauta o corno, además de realizar pizzicati con la mano izquierda, entre otros muchos efectos.
Fue de los primeros intérpretes en tocar largos conciertos de memoria en estados de trance, con movimientos demoníacos. Goethe lo escuchó en Weimar en 1829, y dijo: "Cuando algo no puede explicarse de forma racional tiene que ser producto del demonio".
Por cierto, Paganini solía tocarle a la muerte en el cementerio de Lido en Venecia, y nunca tocó frente al público obras que no fueran suyas.
Falleció en 1840 habiéndosele negado la santa sepultura por dos razones: su supuesto pacto con el diablo y el haberse negado a recibir la extremaunción días previos a su muerte, pues pensaba que todavía no le llegaba su hora. Su cuerpo fue depositado en el sótano de la casa de su hijo para después deambular de cementerio en cementerio hasta llegar a Parma, su última y actual morada.
Paganini, el más grande de todos los violinistas… en un suspiro.
