Friedrich ChopinNació en Zelazowa Wola muy cerca de Varsovia en 1810. A los 6 años ya era un pianista respetable habiéndose formado principalmente con la obra de J.S. Bach. A los 8 años pudo ver impresa su primera polonesa. Viendo el gran talento del pequeño Federico, su maestro Josef Eisner se limita a dirigirlo teniendo cuidado de no influir en sus ideas musicales sin obligarle a seguir un camino preestablecido. Si Chopin era único como intérprete, más lo era como compositor. ¿Pero, de dónde venían sus ideas? El estar alejado de las grandes capitales europeas le permitió no contaminarse con las influencias y estilos de facto, sin menoscabo de algunas lecciones aprendidas de Moscheles, Hummel y Czerny.
El piano era prácticamente una extensión de sí mismo. Sorpresivamente, Chopin casi nunca interpretaba música que no fuera la propia. No gustaba de la música de Schumann, era indiferente a Mendelssohn y con Beethoven mantenía una relación de amor y odio. Realmente sólo admiraba a Mozart y a Bach. Nunca se vio atraído por las grandes formas como conciertos o sinfonías. Casi no daba conciertos en grandes salas, pues era más bien un compositor e intérprete para la intimidad. Eso sí, en varias ocasiones llegó tocar a 4 manos, hombro con hombro con Liszt, teniendo como cambiador de páginas a Mendelssohn y con un pequeño público conformado por Berlioz, Meyerbeer, Eugéne Sue, Delacroix, Heine, George Sand. Fue literalmente un embajador de su patria a través de rico legado de mazurcas y polonesas. En su camino a París, y ante el asombro de todos, el pueblerino conquistó Viena. Llega a París en 1831, donde permanecería toda su vida. Ahí establecería amistad con grandes pianistas de la talla de Kalkbrenner, Hummel y Clementi, que, si bien eran ya reconocidos, no lo serían tanto por Chopin, pues sus composiciones arrastraban la influencia clásica y su técnica no se adaptaba al piano de la época, que ya había logrado la forma y sonido que posee hoy día.
No era un intelectual como los Mendelssohn, pero contaba entre sus amistades a genios del tamaño de Delacroix. Su cercanía con la realeza polaca y su talento lo conectaron inmediatamente con la familia Rotschild. Esto a su vez lo puso en el escenario para lograr tener muchos alumnos de la realeza y de la alta aristocracia, lo cual le permitió vivir lujosamente en París. A los 26 años conoce a George Sand, que para entonces ya era una prestigiosa escritora, aunque no menos criticada por su prácticas y críticas a la moral.
Chopin viviría con Sand y con los hijos de ésta, Maurice y Solange. De salud muy precaria, casi muere en una estancia con su familia en Mallorca, en donde por cierto escribiría sus 24 preludios. George Sand lo cuidaba y lo amaba profundamente. La mala relación que había entre Chopin y Maurice provocaron el distanciamiento y posterior ruptura de los amantes. Un año después de su separación con Sand, y víctima de la tuberculosis, Chopin escupía sangre. Estaba totalmente debilitado, falleciendo a los 39 años en París pidiendo sólo un deseo: Que su cuerpo fuera sepultado en París, pero su corazón en Varsovia…, en un Suspiro.