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Música en un suspiro

Un caprichito doméstico

MIGUEL ÁNGEL GARCÍA

"Estoy harta de tus caprichitos". Ups… ya se enojó mi esposa de mi Capriccio, y quizá con justa razón, pues ya llevo algunas horas estudiándolo y no me sale. Pero bueno, aprovechando que está enojada, permítame platicarle qué es un Capriccio.La palabra bien del italiano Capriccio cuyo significado es, una decisión o exigencia arbitraria y cuyo origen se encuentra en un antojo. Es una determinación arbitraria inspirada por una emoción de deleite en lo extravagante u original. A su vez en italiano viene de la palabra "Capriccio" viene de "capra" o cabra, un animal cuyos brincos son impredecibles. Quizá de ahí venga la expresión estás tan loco como una cabra cuando hacemos o nos cumplimos un Capriccio.Sin embargo, la etimología de capricho es muy caprichosa, pues el literato francés Gerard Genette afirma que su origen no está "capra" (cabra), sino en "Capo", cabeza y de "riccio", adjetivo que significa "rizado, dando a entender "Cabeza rizada". En ese sentido en el siglo XIII, capricho significaba "horripilación y escalofrío", y ya para el siglo XVI adquirió el significado de "idea nueva o extraña en una obra de arte". Un Capriccio es pues un deseo ardiente, abrasador y pasajero.En música, un Capriccio es un término que comenzó a utilizarse hacia el siglo XVI. Es una pieza musical de forma libre viva y animada. Su condición de libertad la hace ser casi siempre una especie de estudio, de investigación, de búsqueda, de hipótesis…, de Capriccio. Un capricho normalmente será fugaz, rápido, efímero, penetrante y virtuoso. Seguramente usted está pensando en alguno de los 24 caprichos de Paganini, sin embargo, pensar que solamente Paganini escribió Caprichos, es un capricho de su parte. Si bien son por así decirlo el Monte Everest de cualquier violinista, no fue el único que escribió caprichos. La lista es larga: Locatelli y sus caprichos que después se convirtieron en cadenzas, el Capricho italiano de Chaikovski, el Capriccio para violín y piano de Cécile Chaminade, el Capriccio para viola y 24 instrumentos de Aldo Clementi, el Capricho de Leoš Janácek, el Capricho en do mayor para teclado, KV 395 de Mozart, los 24 Caprichos para violín solo de Paganini, el Capriccio para violín y orquesta de Penderecki, el Capriccio español de Kórsakov, el capricho para piano y orquesta de Stravinski o el Capriccio árabe de Francisco Tárrega.Sin embargo, el Capriccio por el que me regañaba mi esposa es el Capriccio o estudio No. 28 de Federigo Fiorillo.Nació en Brunswick Alemania en 1823. Nació ahí porque su padre Ignazio, de origen Napolitano, fungía como director de la ópera de la Corte de Brunswick. Originalmente Federigo Fiorillo fue un excelente mandolinista, dándose a conocer en todas las cortes de Europa. Sin embargo, tanto el repertorio, el instrumento mismo, como la demanda de mandolinistas era muy limitada. Esto generó que Fiorillo dedicara especial atención a estudiar, interpretar y escribir para el violín y la viola. Viajó a Polonia y Riga ocupando importantes posiciones como director y solista y en Londres, París y Amsterdam, logró llamar poderosamente la atención como compositor. Entre sinfonías, y copiosa música de cámara, quizá su mayor legado está en los 36 caprichos para violín solo. En su carácter de Capriccio, Fiorillo busca, se atreve, rompe, sorprende, pero sobre todo construye una realidad que se da el permiso de ser como no se debe ser.¡Qué sería del mundo sin el Capriccio…!

Regaños en un suspiro.

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Escrito en: Editorial columnas

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