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Naranjas 4T

DENISE DRESSER

ÁTICO

Otra vez empresas públicas o privadas nos exprimirán. Lo que funcionaba aunque fuera de manera incompleta, dejará de funcionar.

Otra vez a ser naranjas. Otra vez a ser el país donde -todos los días- alguna empresa pública o privada nos exprimirá, con el apoyo del gobierno. Nos volverá a hacer un cobro excesivo o nos impondrá una tarifa exorbitante o nos impondrá una comisión injustificada o nos obligará a aceptar un servicio malo y caro. Ya sea Telmex o Pemex o los Hospitales Ángeles o la CFE. Ya sea alguien de apellido Slim o López Beltrán o cualquier otro rentista, monopolista, oligopolista o extractor estatal. Cual cítrico, personajes como Carlos Slim -y sus aliados legislativos- nos exprimirán el jugo, nos sacarán la pulpa, succionarán el zumo, elaborarán una multimillonaria naranjada con nuestro dinero y celebrarán su permanencia en la lista Forbes o la última adjudicación directa. Ustedes y yo nos convertiremos en cáscaras, mientras ellos celebran la desaparición del IFT y la "absorción" de la Comisión Federal de Competencia.

La reforma constitucional del 2013 que les dio autonomía buscaba proteger al consumidor de una economía oligopolizada y poco competitiva. Buscaba defendernos del capitalismo oligárquico, repleto de jugadores dominantes que -con la anuencia de funcionarios débiles o cómplices- básicamente hacían lo que se les daba la gana. Coludían, abusaban, expoliaban, exprimían. En aquel momento, políticos de oposición como Zoé Robledo, Mario Delgado, Javier Corral, y otros, votaron para darle autonomía a esos dos órganos reguladores. La intención "neoliberal" era fortalecerlos e independizarlos, tanto del gobierno como de los poderes fácticos. Y en el camino, hubo avances que se tradujeron en más competencia y menos colusión, en más opciones y menos expoliación. Los derechos de los consumidores comenzaron a verse como derechos ciudadanos. Las tarifas de telefonía -por ejemplo- bajaron 32 por ciento beneficiando a millones de personas, y sobre todo a los pobres.

Faltaba mucho por hacer y lograr, porque la captura política fue un obstáculo permanente. Los presidentes proveían protección a empresarios consentidos como Carlos Slim, los monopolistas amenazaban o compraban a los comisionados, los legisladores escogían a perfiles débiles para integrar al pleno del IFT o a la Cofece, sabiendo que podían manipularlos a su antojo. A veces la regulación era robusta y a veces era raquítica. La tarea pendiente del Estado mexicano era precisamente fortalecer la capacidad regulatoria, para que en lugar de que ganaran los mismos de siempre, ganara el consumidor. Pero en lugar de reformar la regulación, la 4T ha optado por aniquilarla. El IFT desaparece por completo, y las funciones de la Cofece pasarán a la disminuida Secretaría de Economía. En pocas palabras, lo que funcionaba aunque fuera de manera incompleta, dejará de funcionar. O estará en manos de personas e instituciones que no saben lo que están haciendo.

Están violando los artículos 18 fracción 7, y 18 fracción 8 del T-MEC que imponen obligaciones de competencia y regulación al Estado mexicano. Están empoderando aún más a las élites extractivas, que los premios Nobel de Economía señalan como razón fundacional del atraso de México. Están permitiendo que los de arriba arranquen gajo tras suculento gajo de la naranja nacional. Sin regulación, las élites -nuevas y viejas- seguirán enriqueciéndose a nuestra costa transacción tras transacción, contrato tras contrato, favor corrupto tras favor corrupto. Los consumidores -de nuevo- nos convertiremos en una fábrica lucrativa de jugo concentrado, que corre por las venas de los super ricos y sus cuates en el Congreso y en Palacio Nacional.

Los gobiernos de la "transformación" prometieron separar al poder político del poder económico. Pero las decisiones destructivas que han tomado sobre el IFT y la Cofece contradicen abiertamente ese juramento. Con reguladores débiles, que ante cualquier presión de la CFE o de Telmex digan siempre que "sí", exacerbarán la falta de competencia que castiga al consumidor. Con reguladores coludidos que ante cualquier orden de la Presidenta capitulen, premiarán a los amigos y a los electores exprimidos. México continuará siendo un huerto nacional de naranjas, pero cada vez más reseco e incapaz de cosechar fruta jugosa. Porque las naranjas aplauden a sus exprimidores, aunque pisoteen las cáscaras de todos para quedarse en la cima.

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