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Ni qué decir del debate

Raquel Saed

Hace cuatro años veíamos a los mismos candidatos debatiendo para la presidencia de Estados Unidos. En ese entonces decíamos que era el peor debate en la historia debido a que no presentaban propuestas para el país, sino solamente ataques frontales. En el que acabamos de ver, Donald Trump tuvo la misma estridencia y falta de coherencia que en el anterior, mientras que el presidente Joe Biden no pudo tener la misma elocuencia y articulación que había tenido en el otro. Este debate fue mucho peor y trágicamente, aunque de manera esperada, estuvo marcado por las mentiras sistemáticas de Trump casi en cada frase y por la imposibilidad de Biden para impugnarlas.

Para los demócratas, el tema más importante y que genera más apoyo por parte de la mayoría de las mujeres de los dos partidos y con el que Biden podría haber capitalizado más votantes, era el del aborto. Tuvo la oportunidad de ponerlo como argumento central y sin embargo se perdió entre sus propias palabras. Para los republicanos, el tema era la migración y Trump lo utilizó en cada uno de los rubros que se presentaron, acusando a los migrantes de todos los males del país y con ello consolidando a su base. Lamentablemente Biden perdió la oportunidad de atacar con contundencia el asunto y se dejó enganchar en las mentiras y ofensas de su interlocutor. Lo mismo sucedió con los temas de política exterior y el de democracia. Trump ni siquiera tenía los argumentos que lo pudieran ayudar, sin embargo, Biden no pudo articular narrativas coherentes.

La preocupación de los demócratas es mayor. Biden no pudo darles lo que esperaban, que era la imagen de un presidente y candidato conectado con su discurso, listo para rebatir cualquier agresión o falsedad, que demostrara que a pesar de su edad sigue siendo apto para su cargo. De hecho, parecía que confirmaba todos los temores de los que lo apoyan. Al terminar el debate, en cada entrevista, medio o red social se mostraba esa intranquilidad. Incluso los mayores donadores de su campaña están externando esa preocupación. En casi todos los casos se habla de que es el momento de que Biden se retire de la campaña. No es porque no sea bueno como presidente, sino que ser buen presidente incluye poder mostrar con discurso y presencia, que es la mejor opción para serlo.

Se ha comparado a Biden con Ruth Bader-Ginsburg, quien fuera la jueza liberal más influyente de la Suprema Corte y que, en su momento, el presidente Obama le había sugerido que era tiempo de retirarse debido a su edad, ya que él tenía el senado a su favor y podría sustituirla con algún otro juez con su misma línea de pensamiento. Bader-Ginsburg decidió no retirarse y falleció tres semanas antes de las elecciones de 2020, cuando Trump todavía era presidente y tenía el senado a su favor. Así, Trump tuvo la oportunidad de sustituir un tercer juez en su mandato y con ello convertir a la suprema corte en la más conservadora de los últimos tiempos. De la misma forma, Biden está aferrándose a la idea de que puede ganar y sin embargo, con esta actitud le estaría entregando la presidencia a Trump.

Desde el año pasado se hablaba dentro y fuera del partido, acerca de la posibilidad de que Biden se retirara permitiendo un cambio generacional que es tan necesario. Los argumentos eran variados y todos válidos, pero a su vez, el presidente ha tenido un buen desempeño y buenos resultados en muchos rubros que incluyen la economía, los programas sociales, la innovación, la infraestructura, el cambio climático, la política exterior, e incluso la migración. Debido a todo ello es que siguió teniendo el apoyo de la mayoría de su partido a pesar de la preocupación por su edad y sus tropiezos.

En los meses anteriores a las elecciones primarias se planteaban los nombres de figuras políticas para sustituir al candidato Biden en la elección general. El presidente tardó en definirse y finalmente decidió quedarse, diluyendo las posibilidades de muchos de ellos. En este momento, a mes y medio de la convención demócrata, ya no quedan muchas opciones. Los más reconocibles y con más proyección a nivel nacional son, por un lado el gobernador de California Gavin Newsom, y por el otro la gobernadora de Michigan Gretchen Whitmer.

Newsom es muy carismático, gobierna al estado más rico de la Unión, ha estado teniendo presencia en muchos medios, redes y eventos, sin dejar de decir que él sigue apoyando al presidente en su candidatura. Por su lado, Whitmer ha hecho un buen papel para que la identifiquen y tiene una agenda social que apela a diferentes sectores, además de que gobierna un estado clave para ganar votos electorales, sin olvidar que es coordinadora de la campaña de Biden. Claramente, cualquiera de los dos haría un buen trabajo de campaña y podría debatir e incluso derrotar a Trump, en caso de que decidieran a contender. Otra opción es la propia vicepresidenta Kamala Harris, quien ha tenido un desempeño con poca visibilidad y muchos consideran que no tendría la estatura para derrotar a Trump.

Muy probablemente ninguno de los dos primeros retaría a Biden para sustituirlo como candidato, ya que podría dividir al partido. Sin embargo, una posibilidad sería que surgiera alguna figura política con menor reconocimiento, que sí lo retara y, de esta manera agilizar la decisión de cualquiera de los dos primeros. El tiempo es muy corto, por lo que, si este fuera el caso, los posibles candidatos tendrían que presentarse en la convención y hacer una especie de mini campaña en los días que dure el evento.

Esta situación tiene un antecedente en 1968 en que el presidente Lyndon Johnson buscaba la reelección y fue desafiado por el senador Eugene McCarthy de su propio partido, con un articulado argumento en contra de la guerra en Vietnam. En este contexto, al ver esa oportunidad, Robert Kennedy decidió sumarse a la contienda del partido demócrata, siendo el candidato con más reconocimiento por haber sido el Procurador General, así como hermano del asesinado presidente John F. Kennedy. En esta situación, Johnson decidió retirar su campaña.

Durante la próxima convención de agosto, más de 4000 delegados acudirán a Chicago y deberían estar emitiendo su voto por el candidato que ganó en sus estados, sin embargo, no hay una estipulación que los obligue y podrían estar votando por lo que les dicte su conciencia. En este sentido, el partido demócrata ha establecido algunas reglas incluyendo la inclusión de la figura del superdelegado. Estos son funcionarios electos y líderes del partido, cuyo voto cuenta más que el de los delegados comunes, quienes podrían intervenir en el caso de que no haya un claro ganador para llevar la decisión hacia uno u otro lado. Si el presidente Biden retira su campaña, se apelaría a este tipo de recursos.

Por lo pronto estamos en una situación de incertidumbre, ya que Biden parece permanecer en la contienda y el tiempo apremia. Tal vez vaya a sufrir la presión de sus donadores, de los medios de comunicación y de los líderes de opinión que lo han estado respaldando. Mientras, en los medios que apoyan a Trump, con toda seguridad se van a estar utilizando las imágenes y los audios del debate, con un presidente-candidato desarticulado, no apto para seguir en su puesto y persistentemente se estarán construyendo todo tipo de teorías de conspiración. Este ha sido un tropezón del cual va a ser difícil salir. El presidente es un buen ciudadano y pretende hacer lo mejor para Estados Unidos y la democracia. Así que, repitiendo lo que han dicho algunos medios, si Biden quiere hacerle un bien al país, es hora de que se retire.

*La autora es académica de la Universidad Iberoamericana, productora del podcast "Hablemos de EU".

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Escrito en: CARTÓN DE GUAYO GUAYO Caricatura editorial

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