Rafael F. Muñoz / Vámonos con Pancho Villa.
Lejos de la visión domesticada de la Revolución mexicana, folklorizada, empobrecida y neutralizada, esta novela de Rafael F. Muñoz nos ofrece la posibilidad de leer la revolución con ojos nuevos, provistos de una mirada que nos acerca a los acontecimientos históricos para revelarnos su sentido más asombroso, su sentido más doloroso, más descarnado, más deslumbrante.
En estas páginas, Muñoz se distingue por la sabiduría serena y carente de énfasis retórico que fue uno de sus talentos distintivos. Su notable maestría funde la crónica épica del ejército villista en la toma de Torreón con uno de los testimonios más trágicos y desgarradores de fidelidad revolucionaria, la de Tiburcio Maya.
Tras el asesinato de su mujer y su hija a manos de Villa, Muñoz describe la reacción de Maya: “Con los ojos enrojecidos y la mandíbula inferior suelta y temblorosa, las manos convulsas, sudorosa la frente, sobre la que caían como espuma de jabón los cabellos blancos, el hombre tomó a su hijo de la mano y avanzó hacia la puerta.
Al primer villista que encontró le pidió una cartuchera, que terció sobre su hombro; le pidió la carabina, que el otro entregó a una señal del cabecilla y echó a andar por la tierra de su parcela que los caballos habían removido, hacia el Norte, hacia la guerra, hacia su destino, con el pecho saliente, los hombros echados hacia atrás y la cabeza levantada al viento, dispuesto a dar la vida por Francisco Villa”.
SOBRE EL AUTOR
Rafael F. Muñoz (Chihuahua, 1899 ciudad de México, 1972) fue hijo de un prominente abogado chihuahuense; pasó su infancia en la hacienda El Pabellón, cerca de la frontera con Estados Unidos, donde contó con una amplia biblioteca.
Realizó sus estudios en el Instituto Científico y Literario de Chihuahua; más tarde se trasladó a la ciudad de México para estudiar en la Escuela Nacional Preparatoria, pero a raíz de la usurpación huertista se vio obligado a regresar a Chihuahua. Se inició como periodista en febrero de 1914 con una crónica sobre la Decena Trágica, publicada en el diario Vida Nueva, del que también fue redactor y traductor. Simpatizó con Obregón y durante el gobierno de Carranza se autoexilió en California, Estados Unidos.
A su regreso a México en 1920, colaboró en diversos diarios; fue jefe de redacción de El Universal Gráfico y, en 1930, director de El Nacional. Colaboró con Jaime Torres Bodet como su jefe de prensa en la Secretaría de Educación Pública (19431946) y en la de Relaciones Exteriores (1946-1951).
Fue elegido miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, peor murió antes de leer su discurso de aceptación. Considerado por la crítica literaria como uno de los grandes escritores de la Revolución Mexicana por sus novelas Vámonos con Pancho Villa (1931) y Se llevaron el cañón para Bachimba (1941), y sus relatos, escribió también el ensayo: Santa Anna, el dictador resplandeciente (1938)