Infestada durante décadas por gobiernos de izquierda, desde que Ernesto Zedillo decidió entregarla en 1997, la Ciudad de México ha sabido padecer en carne propia la corrupción de quienes-travestidos como "oposición democrática"-solo vinieron a convertirla en botín político, centro de jugosos negocios y escenario de vergonzosas concertaciones entre quienes se han rotado el Gobierno de la misma, y de manera mucho peor que cuando la época en la que como Jefatura del Distrito Federal era dirigida con mano de hierro por Regentes impuestos por el Presidente en turno.
Girando entre la desmemoria, la corrupción y el mal gusto, la ciudad y sus habitantes han tenido que sufrir las ocurrencias de sus autoridades locales que (entre la Jefatura de Gobierno y los Gobiernos Delegacionales) han incurrido en actos que ofenden a sus gobernados como la escasez de servicios públicos de calidad, suciedad en sus calles, hacinamiento, contaminación ambiental, inseguridad y por si fuera poco, hasta delincuencia organizada desde el año 2001 hasta la fecha.
Comoválvula de escape muy común para escatimar la solución a estos problemas que evidencian abandono y desprecio hacia sus gobernados, los jefes de Gobierno capitalinos suelen recurrir a ofrecerles pan y circo; ya sea a través de eventos multitudinarios como conciertos "gratis"donde suele contratarse algún ícono musical de la Cultura Pop,o de obras faraónicas inútiles y monumentos espantosos que no representan a nadie más que la ocurrencia de algún burócrata sin imaginación o las parafilias políticas de quien por desgracia dirige los destinos de la capital de la República y su presupuesto.
Ejemplo de lo anterior se hizo evidente cuando en el 2017 el Gobierno de la Ciudad de México tuvo el desatino de inaugurar una estatua doble de Fidel Castro y Ernesto "Che" Guevara en la Colonia Tabacalera, justo a espaldas del Museo Nacional de San Carlos en la Delegación Cuauhtémoc; estatuas que desde su inauguración ha generado molestias y manifestaciones de repudio por parte de los vecinos del lugar-quienes solicitan desde entonces que sea removida-además de varios ataques a las mismas con distintos tipos de solventes y hasta pintas en contra del actual Presidente de la República.
Que este monumento haya sido repudiado por los ciudadanos es por demás comprensible desde el momento en que esta obra hace Apología del Crimen al representar a dos de los personajes más infames y sanguinarios que haya dado el siglo XX: al tirano defraudador y esclavizador del pueblo cubano desde 1959, cuyo régimen violador de derechos humanos sigue tan impune como vigente hasta la fecha; y por otro lado a su esbirro argentino, el "Carnicero de la Cabaña"; torturador, genocida y terrorista, finalmente ajusticiado por tratar de derrocar a las autoridades legítimas de Bolivia en 1967.
Como si la experiencia previa y el mal gusto no fueran suficientes, las autoridades capitalinas salientes han reincidido en el mal gusto al inaugurar nada menos que una estatua a Francisco Villa en la Antigua Calle de Madero-antes de San Francisco-en pleno Centro Histórico.
La iniciativa corrió a cargo de quien se ostenta como actual Jefe de Gobierno, Martí Batres; tristemente célebre por el fraude inmobiliario a los sobrevivientes del sismo de 1985, por la repartición contaminada de "Leche Betty" para comprar votos en 1999 y recientemente por la contaminación con gasolina del sistema de agua potable de la Delegación Benito Juárez durante su gestión.
Que un Gobierno o régimen haya caído tan bajo como para celebrar al autor de crímenes como el genocidio del pueblo de San Pedro de la Cueva (Sonora), la violación masiva de niñas y mujeres en Namiquipa (Chihuahua), la quema con keroseno de 120 soldaderas vivas-con sus niños-en la Estación del Ferrocarril en Camargo (Chihuahua) y otros tantos crímenes de lesa humanidad que no perpetraron ni los nazis, habla por mucho de una clase política decadente más no de la ciudadanía, a la que queda claro que no representa, y que ahora ha decidido mostrarles la puerta salida.