Fidel, estudiante universitario de Derecho, se encontraba en aquel preciso momento en la clase de Filosofía Jurídica, y se planteaba la siguiente cuestión: ¿es posible militarizar a la democracia? Compartió su inquietud con Sandra y Adolfo, compañeros de grupo que mostraron interés en el tema. Cuestionaron a su profesor, quien se sintió incómodo, porque sabía que el trío de estudiantes, destacados por su participación académica, no se quedaría ahí, sino que formularía otros cuestionamientos que lo pondrían en apuros para dar una respuesta oportuna y aceptable.
El docente comenzó a filosofar en voz alta, de tal modo que sus alumnos lo tomaran como respuesta a su pregunta: "Todo sistema político, toda forma de gobierno que apoye su existencia y acción en las bayonetas, está destinado a entregar, más tarde que temprano, síííí (arrastra la i para darle mayor contundencia a su afirmación), a entregar el poder a las fuerzas armadas que lo sostienen". "Y lo entregará no por gusto, ni porque esa sea su voluntad, sino porque así se lo exigirán las circunstancias políticas del momento".
"La democracia es la forma de gobierno que emana del pueblo y se instituye para su beneficio, pero es expresión de su voluntad, manifestada libre y pacíficamente mediante el voto; si éste es coaccionado para que se emita en determinado sentido, ya no puede hablarse de democracia, sino de su forma contraria que es la demagogia, con un autoritarismo que está a un paso de la dictadura", siguió filosofando el catedrático universitario, pensamiento que trasmitió al discípulo incomodo, como respuesta a su pregunta.
Los estudiantes no quedaron satisfechos con la respuesta del profesor universitario, pero guardaron sus inquietudes para ventilarlas en la próxima clase. El maestro por su parte, continuó revisando sus apuntes escolarizados y a atender al resto de alumnos.
La población mexicana tiene inquietud que raya en temor, al ver las muchas atribuciones que le fueron otorgadas al ejército, la armada y la guardia nacional por parte del expresidente y aumentadas por Claudia, asignándole recursos en mayor cantidad que otras secretarías o dependencias, así como contratos de obra, no mediante concurso como estipula la ley, sino por asignación directa que fue expresión unipersonal y voluntariosa del anterior Ejecutivo en una clara demostración de su desprecio por la Ley.
Es evidente que con estas lisonjas a la fuerza castrense, López Obrador pretendía tener controlado al Ejército, la Armada y la Guardia Nacional, tenerlas de su lado y echar mano de estas corporaciones en caso de que la población se opusiera, que seguramente así sucedería, al ver que el expresidente extendiera su mandato, más allá del 30 de septiembre del 2024, que afortunadamente no sucedió, lo cual debe alegrarnos a todos, pero no se descarta si López Obrador quiere seguir ejerciendo el poder a través de Claudia.
A ello se debe la luna de miel que vivió en los últimos meses de su mandato con generales, almirantes, coroneles y oficiales de alta graduación, dispuestos a entrar en acción a una indicación de su jefe máximo que, constitucionalmente es el presidente de la República, que oficializaría lo que en la práctica ya se viene viendo como algo legal y normal: la llegada de las fuerzas armadas a espacios, acciones y tareas que corresponden sólo a la sociedad civil.
Nuestro incipiente y endeble sistema democrático se vería seriamente amenazado ante situaciones como la que describimos, reflejo de ignorancia o desconocimiento de cruciales etapas de la historia Patria, pues sería ir a contrapelo de la historia, de la inteligencia y de la experiencia histórica, porque van en detrimento de los derechos y libertades que tanto le han costado al pueblo alcanzar. El militarismo no está en el ADN del pueblo mexicano, lo cual quedó demostrado por la no aceptación de adscribir la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional, a pesar de que haya sido aprobada por ambas Cámaras.
